Page 56 - Rassinier Paul La mentira de Ulises
P. 56

RASSINIER : La mentira de Ulises



                       otro checo que tenía por misión colocarlo en el carruaje. De vez en cuando el ruso del vagón
                       decía «Franzous» y el checo separaba las manos: el paquete caía a tierra, donde se

                       [100] aplastaba, su contenido se dispersaba por el suelo y rusos y checos se llenaban los
                       bolsillos o la talega. Si al de la S.S. le agradaba algo del paquete reventado, tendía la mano, y
                       de este modo era comprada su complicidad.
                            Una vez lleno el carruaje, se ponía en movimiento, tirado por seis hombres, en
                       dirección a la Poststelle; en este primer trayecto, desaparecerían numerosos paquetes o eran
                       desvalijados.
                            El reglamento prescribía que en la Poststelle los paquetes debían ser minuciosamente
                       registrados y había que retirar de ellos los medicamentos, vino, alcohol, armas u objetos
                       diversos que pudieran ser utilizados como armas. Este registro oficial era hecho por un equipo
                       de presos, alemanes o eslavos, bajo la vigilancia de dos o tres de la S.S.: nueva sustracción.
                       Los mismos de la S.S. se dejaban tentar por un pedazo de tocino, una tableta de chocolate que
                       deseaba la pequeña amiga, un paquete de cigarrillos, un encendedor: se aseguraban el silencio
                       de los presos cerrando los ojos ante los robos que éstos cometían.
                            Desde la Poststelle al bloque, los escribientes y los Stubendienst se ponían de acuerdo
                       para efectuar una tercera sustracción y, al final del viaje, estaba el jefe de bloque que llevaba a
                       cabo la cuarta y última, tras lo cual entregaba el resto al interesado.
                            La ceremonia de la entrega al interesado tenía algo de grotesco. El preso era llamado
                       por su número e invitado a presentarse ante el jefe de bloque. En la oficina de éste, se
                       encontraba el paquete abierto e inventariado. Al pie de la mesa para escribir había una gran
                       cesta con un cartel: "Solidarität". Cada preso estaba moralmente obligado a dejar caer un poco
                       de lo que recibía para aquellos que nunca recibían nada, especialmente los rusos y los
                       españoles, los niños, los desheredados de todas las nacionalidades que no tenían padres o bien
                       éstos ignoraban el paradero, etc. Esto en teoría, pues en la práctica el jefe de bloque, después
                       de cada distribución, se apropiaba pura y simplemente de lo que había caído en la cesta y se lo
                       repartía con su escribiente y los Stubendienst.
                            Cada vez que llegaban mercancías, los de la S.S., los Kapos,  los Lagerschutz, los
                       Blockältester, todos aquellos que tenían un grado cualquiera en la S.S.-Führung, estaban
                       después abundantemente surtidos de productos franceses, lo que me persuadió de que los
                       saqueos eran obra de una banda organizada.
                            Yo recibí mi primer paquete el 5 de abril de 1944; faltaba toda

                       [101] la ropa, una tableta de chocolate, y creo que una lata de conserva, pero quedaban tres
                       paquetes de cigarrillos, un buen kilo de tocino, una lata de mantequilla y otros diversos
                       pequeños comestibles. Habíamos cambiado de bloque la antevíspera, nos encontrábamos en el
                       11 y nuestro jefe de bloque era un alemán de placa negra. Le pregunté qué le agradaría.
                            -- Nichts, geh'mal. ( )
                                             1
                            Resueltamente, le tendí un paquete de cigarrillos y después, señalando la cesta de la
                       "Solidarität", le interrogué con los ojos:
                                                             2
                            -- Brauch'nicht! Geh'mal, blöder Kerl! ( )
                            Había apostado bien. Dos días después, fui llamado nuevamente: esta vez tenía tres
                       paquetes. De uno de ellos no quedaba más que la etiqueta, pero los otros dos estaban casi
                       intactoes: en uno, había un enorme pedazo de tocino.
                            -- Dein Messer ( ) -- le digo al jefe de bloque.
                                         3
                            Corto una buena cantidad que le ofrezco, después me voy sin preguntar siquiera si
                       tango que dejar algo para la "Solidarität". El me mira con los ojos muy abiertos mientras me
                       alejo: los franceses teníamos la fama, por otra parte muy justificada, de ser celosos de nuestros
                       paquetes y poco generosos. Súbitamente, me vuelve a llamar:
                            -Dein Nummer?
                            Lo anota, y después:
                            -Hör mal, Kamerad, deine Pakete werden nie mehr bestollen werden -- me dice. Das
                       sage ich. Geh' jetzt! ( )
                                        4


                       1
                         Nada, vete.
                       2
                         ¡No es preciso! ¡Lárgate, imbécil!
                       3
                         Tu cuchillo.
                       4
                         Oye, camarada, tus paquetes nunca más serán robados. Lo digo yo. ¡Ahora, vete!
                                                         –   56   –
   51   52   53   54   55   56   57   58   59   60   61