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el barco, debemos cruzar los remolinos que representan los repetidos nacimientos. En
el río del alma, los méritos espirituales constituyen sus baños sagrados, la verdad sus
aguas, el autocontrol sus orillas y la ternura sus olas. Los justos se purifican mediante un
baño en este río, porque el alma es sagrada y el mérito supremo es la ausencia de deseo.
Dhritarashtra le dijo:
—Háblame más del alma, dime cómo podré encontrarme en este cuerpo con el
antiguo y Eterno Uno. Dime lo que es la muerte.
Vidura dijo:
—Mi señor, he nacido en la orden de los sudras y por lo tanto no puedo aventurarme
a decir más de lo que ya he dicho. El anciano y eterno rishi Sanatsujata, te hablará de
estos temas, le llamaré ante ti.
Vidura meditó en el gran rishi y éste viendo que le llamaba la mente de Vidura acudió
allí. Vidura le dijo:
—Hay una duda en la mente del rey que sólo puede ser aclarada por ti, reverendo.
Por favor, háblale.
Dhritarashtra expuso al rishi sus dudas sobre la muerte y el anhelo de Brahma.
Sanatsujata dijo:
—Te daré mi opinión. Los sabios piensan que la muerte resulta de la ignorancia. La
ignorancia es la muerte y por lo tanto el conocimiento, la ausencia de ignorancia, es la
inmortalidad. La muerte no devora a las criaturas como un tigre; su forma es inconcebible.
Por eso, para salvar este hecho, algunos imaginan que Yama es la muerte, pero esto,
sin embargo, es mera elucubración mental. La búsqueda de Brahma o conocimiento de
sí mismo es la inmortalidad. El imaginario dios Yama tiene sus dominios en la región
de los pithris. A sus órdenes, la muerte, en forma de ira, ignorancia y codicia, aparece
entre los hombres. Dominados por el orgullo, los hombres caminan por los senderos del
mal y ninguno de ellos tiene éxito en alcanzar su verdadera naturaleza. Oscurecido su
entendimiento y dominados por las pasiones, dejan sus cuerpos y caen repetidamente al
infierno, seguidos siempre por sus sentidos y así es como la ignorancia recibe el nombre
de muerte.
»Los hombres que desean los frutos de sus acciones, se dirigen al cielo cuando llega
el momento, dejando sus cuerpos; no obstante no pueden evitar la muerte, porque
cuando se acaban los méritos de sus acciones, caen y vuelven a nacer inevitablemente.
Las criaturas encarnadas, por ser incapaces de obtener el conocimiento de Brahma y
por su conexión con los disfrutes mundanos son obligadas a pasar por una rueda de
renacimientos, arriba y abajo y alrededor. La natural inclinación del hombre a perseguir
cosas irreales sólo se debe a la seducción de los sentidos. El alma constantemente afectada
por la persecución de objetos irreales adora sólo los disfrutes que la rodean. El deseo