Page 393 - Mahabharata
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5. El consejo                                                                            373


               puede tener un hombre. A tu hijo, el desafortunado Duryodhana, se le ha denegado ese
               privilegio. Un padre que traiciona el interés de su hijo en su ansiedad de complacerse a

               sí mismo y a sus propios deseos, no es un padre. Cuando estaban jugando, Vidura apeló
               a tu bondad, pero fue como si le hablara a un sordo. Tus oídos estaban abiertos para
               recibir sólo un sonido, el repiqueteo de los dados contra el suelo. Sólo decías una frase:
               « ¿Quién ha ganado? » Sólo tenías oídos para unas determinadas frases: las cuantías de
               las pérdidas de Yudhisthira. Estabas sentado en el gran salón dibujando en tu rostro una
               sonrisa de complacencia durante todo el rato. Siempre has actuado con mala voluntad en
               lo concerniente a los hijos de tu hermano. Incluso cuando se fueron al bosque no estabas
               preocupado. Luego comenzaste a preocuparte y me mandaste llamar, ¿lo recuerdas, mi
               señor? Estabas preocupado, no porque se estaba haciendo sufrir a los pandavas, sino
               porque habían jurado matar a tus hijos. Tus hijos van a morir. No hay ninguna duda
               al respecto. Pero no será por sus pecados, morirán por tus pecados. No tienes ningún
               derecho de culpar a tu hijo Duryodhana por tu estupidez. Él tiene amigos que le aman.
               Tiene once akshauhinis para que le ayuden, se ha ganado el afecto de muchos reyes por
               su agradable naturaleza y están dispuestos a morir por él; tú, sin embargo, no tienes ni
               un sólo amigo. Nadie te quiere. Has traído la ruina a la casa de los kurus. Dios te ha
               dado la terrible aflicción de la ceguera. Pero tú te has ganado para ti mismo una aflicción
               peor, la ceguera interior. No eres capaz de ver nada como es debido.
                   »Tus hijos son afortunados. Todos morirán en el campo de batalla y sus pecados serán
               redimidos. Alcanzarán los cielos que corresponden a aquellos que mueren en el campo
               de batalla. Sus muertes serán tan nobles que el mundo no recordará sus pecados. El
               mundo olvidará la ruindad y el egoísmo de Duryodhana debido a la noble muerte que
               encontrará a manos de Bhima. El valor se aprecia siempre. Radheya es un gran hombre
               y siempre ha sido justo. Él es el más grande de todos los dadores. No hay nadie como él
               y está dispuesto a dar su vida por Duryodhana. Los hombres del futuro le recordarán
               como el hombre más noble que murió en el campo de batalla. Pero a ti, mi señor, se te
               denegará la muerte, lo cual sería una liberación misericordiosa para ti. Vivirás para ver
               la muerte de tu querido hijo Duryodhana y la de todos sus hermanos. Lo siento por ti.
               En los anales del tiempo tu nombre será el más odiado. No escaparás a la censura de la

               posteridad. Has hecho méritos para merecértela. Te has buscado tu propia ruina. No hay
               ninguna esperanza para ti.
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