Page 144 - El judío internacional
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puede apreciarse ni de lejos. Asombra muchas veces lo estólido y confuso de nuestra adolescente
generación: hallamos la razón en lo anteriormente esbozado.
Pudo escucharse a veces en público el eco de la titánica lucha sostenida por críticos honrados,
contra el soborno brutal primero, y más tarde contra su aniquilación definitiva por el trust hebreo.
Francamente amable en un principio, mostró el trust su insolvencia contra los empresarios, actores,
autores y críticos, una vez alcanzado el poder. Puesto que afluyeron a el millones y publico en
masas ¿de que ni de quien debió preocuparse? Cuando algún critico opúsose a sus métodos, o
señalaba el carácter vulgar, indecente e inferior en lo ofrecido, excluyósele de los teatros del Trust,
y se "ordenó" su despido a los propietarios del periódico. La advertencia era escuchada en la
mayoría de los casos, porque tras ella iba la amenaza de supresión de pingües anuncios teatrales.
Últimamente el Trust teatral hebreo llevaba "listas negras" de periodistas "indeseables" para evitar
su empleo en editoriales o redacciones.
No solamente las obras, sino también el edificio es hoy lo primordial en los teatros. De entre los
literatos modernos, apenas dos o tres sobresalen. En cambio, se construyen actualmente,
únicamente en Nueva York, doce nuevos palacios teatrales. Las butacas se arriendan por hora, al
precios de 1 a 3 dólares. Es el dólar el alma de todo. El palco escénico no es sino el cebo.
El negocio teatral sufrió en octubre de 1920 un rudo revés, y en la misma Nueva York los teatros
arrojaron ínfimas ganancias. Quedaron sin ocupación más de 3.000 actores. En plena crisis hicieron
anunciar los especuladores teatrales Schubert - hebreos de Siracusa, pero con un pomposo apellido
germano, que de humildes porteros y vendedores ambulantes se habían elevado a la dignidad de
"Reyes del teatro" - que en Nueva York solo edificarían seis nuevos teatros, y que habían
encomendado ¡40 nuevos dramas! De estas obras, tres poseían cierto valor artístico que no
preocupaba a los Schubert. El éxito artístico no les importaba. Estribaba su cálculo en mandar a
"fabricar" nuevas obras, y en construir teatros, que por su inversión en capital en los respectivos
edificios y obras, les garantizasen la mayor renta. Paso inadvertida una resistencia contra tal
proceder. Únicamente los círculos dramáticos y los teatros de aficionados esparcidos por los
Estados Unidos, dan fe de un movimiento "antisemita" en este terreno.
VIII
EL ASPECTO SEMITA DEL PROBLEMA CINEMATOGRAFICO
Aquel que observe atentamente los sucesos de la actualidad, advertirá que no se resuelve el
problema del espectáculo sicalíptico. Puede decirse que no hay nación que no exista o se proyecte
una ley sobre censura cinematográfica. Estas leyes hallan siempre tenaz oposición entre elementos
moralmente inferiores, borrachines y tahúres, en tanto las apoya aquella parte de la población
consciente del peligro moral que este problema involucra. Bajo el manto de la oposición, se calcula
siempre la gran empresa filmadora de propiedad hebrea.
Exige este hecho la más seria atención. Si se mira el asunto aisladamente, podría parecer, que se
acusa a cierta parte del elemento judío de grave y consciente inmoralidad. En los Estados Unidos,
como en todos los países civilizados, existen dos corrientes netamente opuestas; la que predomina
en la industria cinematográfica, y la que, por así decirlo, se concentra en la opinión publica.
Representa aquella una idea oriental, "si no puedes avanzar tanto como quieras, avanza al menos
tanto como puedas". Inclinase a todo lo carnal y a su exposición, complaciéndose, según su innata
disposición, en la excitación voluptuosa. Esa predisposición se diferencia fundamentalmente de la
de los otros pueblos de raza blanca, y como la primera no lo ignora, otros opónense a toda censura
cinematográfica. No es posible decir que los industriales hebreos de películas favorezcan
conscientemente y por impulso de las innatas cualidades de su raza, todo lo abyecto. Pero si se
comprende claramente que su gusto y carácter se diferencien fundamentalmente de los imperantes
en los demás pueblos. Si se introdujera una censura legal y efectiva, es indudable que prevalecería
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