Page 140 - El judío internacional
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ignora que el espíritu nacional se alejo del teatro, influyendo en la actualidad, en este ambiente, la
                  atmósfera orientalista.

                  No solo la escena propiamente dicha, sino también el cinematógrafo norteamericano (cuya
                  industria es la quinta del mundo en extensión e importancia) están totalmente judaizados. Es
                  consecuencia lógica de ello que el país entero se va ya rebelando contra los denigrantes y
                  desmoralizadores efectos que irradian estos "templos del arte". Todo aquello que el hebreo
                  acaudille económicamente, sea el negocio del alcohol, o el del teatro, se convertirá de inmediato en
                  un problema moral, o mas bien dicho inmoral.

                  Diariamente sacrifican millones de personas su tiempo y su dinero en el teatro, en tanto que
                  millones y millones concurren a los cines. Lo que equivale a decir que cada día millones de
                  personas son influenciadas por la interpretación que el hebreo quiera dar a los conceptos de la
                  vida, del amor y del trabajo, sufriendo así los efectos de la propaganda apenas disimulada por los
                  semitas en pro de su oculto plan: el modelador judío de la opinión publica resulta un procedimiento
                  ideal. Estriba la única preocupación del judío en que su renombre público pueda, acaso, estorbarle
                  en su lucrativo negocio.

                  El teatro no es judío únicamente en su dirección, también en lo que se refiere al contenido literario
                  y a su presentación. Diariamente aparecen mas obras cuyos autores, atrecistas y actores son
                  hebreos. No son obras de arte, ni se mantienen mucho tiempo en el cartel. Es perfectamente
                  natural, porque los intereses teatrales hebreos no esperan alcanzar éxitos artísticos, ni perfeccionar
                  el arte escénico autóctono, ni crear un elenco valioso de actores y actrices. Sus intereses son de
                  índole financiera y racial y su objetivo extraer a los no-judíos el dinero del bolsillo, hebraizándoles
                  moralmente, además. Grandilocuentes artículos nos facilitan un calculo exacto para apreciar hasta
                  que punto estos esfuerzos fueron coronados por el éxito.

                  Hasta 1885 el teatro yanqui se encontraba todavía en manos no-judías. Acaeció entonces la
                  primera intromisión judía. Con el cambio de empresarios, comenzó la decadencia del teatro como
                  institución artística y moral, aumentando progresivamente con el crecimiento de la influencia semita
                  en la vida teatral. Resulto de esta influencia que lo bueno se elimino intencionada y
                  cuidadosamente del teatro nuestro, y lo inferior, en cambio, fue entronizado en lugar preferente.

                  Paso la edad de oro del teatro norteamericano. Murieron los grandes actores, sin dejar dignos
                  sucesores. El espíritu elevado y noble de antaño ya no agrada. "Shakespeare nos arruinaba el
                  negocio", declaro cierto director teatral hebreo; otro se refirió a la ridícula misión "moralizadora" del
                  teatro, y con estas irónicas insinuaciones se intenta denigrar y extinguir la antigua tendencia
                  ennoblecedora de nuestro teatro. Esas dos sentencias deberían grabarse como epitafio sobre la
                  tumba del arte teatral pretérito.

                  Aun los jóvenes de 13 a 18 años de edad poseen la suficiente elevación espiritual para apreciar la
                  función moderna del arte teatral. Se pretende entretener al "hombre de negocios fatigado", y con
                  tan huera frase se justifica la absoluta ausencia de espiritualidad. Se apoya todo este "arte" en la
                  mentalidad de los sin carácter, que voluntariamente confían en los trucos del tramoyista. Si a veces
                  se representa aun alguna obra sana y limpia, es como una concesión a una moribunda generación
                  de aficionados al buen arte escénico. La generación actual prefiere otro manjar. ¿Tragedia?
                  ¡Estupidez! ¿Desarrollo de caracteres mas profundos de lo que pueda comprender el criterio de un
                  adolescente? ¡No se cotiza! Descendió la opera cómica al nivel de los efectos luminotécnicos y al de
                  las dislocaciones de miembros, y su música a un lascivo frenesí. Sensacional, estúpido y vulgar es
                  el tema preferido. El adulterio es el tema primordial. Exhibición de carne desnuda en lujurioso
                  grupo, racimos de mujeres cuya vestimenta pesa apenas cinco gramos: tal es el "arte moderno"
                  para el empresario hebreo.








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