Page 141 - El judío internacional
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La rebelión de los "amateurs" del arte verdadero contra esta profanación, manifestóse en
                  poblaciones yanquis por el cada vez mas creciente florecimiento de los teatros de aficionados. El
                  arte dramático, expulsado de los escenarios públicos, encuentra protección en miles y miles de
                  sociedades teatrales y literarias. Si las buenas obras no se ponen en escena, se leen. Los dramas
                  modernistas no resistirán en ninguna forma su lectura en voz alta, por carecer en absoluto de
                  sentido común. De aquí la reunión de "templos" de arte verdadero en restringidos círculos
                  dramáticos esparcidos por todo el país, y cuyas sesiones se realizan en depósitos o iglesias, en
                  escuelas o salas públicas.

                  Las modificaciones introducidas por el judío en nuestro teatro, y que cualquier aficionado puede
                  comprobar fácilmente, manifiéstanse en cuatro aspectos.

                  En primer termino, el hebreo dio preferencia al aparato mecánico, con lo cual se anula la acción y
                  el talento humano. El escenario, en vez de cooperar a la obra artística, obtiene un significado
                  realista propio. El eximio actor no necesita un gran mecanismo escénico, en tanto que los
                  actorzuelos que actúan en las obras hebreas quedarían anulados sin el aparato tramoyístico. El
                  escenario es en realidad la obra. Sabe el judío, perfectamente, que los buenos actores son día a día
                  más raros, pues la política teatral hebrea yugula despiadadamente todo talento, entre otras
                  razones, por la primordialísima de que cuestan demasiado dinero. El israelita, por eso, prefiere
                  invertir su dinero en maderas, telas, colores, géneros y demás farandulerías. No podrán estas
                  materias muertas ruborizarse de su insípido idealismo, ni de su inicua traición al sacro arte.

                  Así convirtió el hebreo en indigno espectáculo nuestro teatro, suprimiendo en el todo elevado
                  idealismo. El que hoy visite un teatro recordara mas tarde el titulo de la obra, pero jamás su
                  contenido, ni a sus actores principales. Todo es retroceso y degeneración.

                  En segundo término, el hebreo reclama para si el merito de haber introducido en nuestro teatro el
                  sensualismo oriental. Diariamente fue subiendo la ola verde en los teatros yanquis, inundándolos
                  por completo. Actualmente se encuentra en los "mejores" teatros, más descarada inmundicia que
                  antes en los cafés cantantes más sórdidos. En Nueva York, donde existe un número mayor de
                  directores judíos teatrales, que nunca pudiera haber existido en Jerusalén, se sobrepasan los límites
                  de lo osado. La reciente representación de Afrodita parece significar el perfectamente calculado
                  ataque de frente contra la última trinchera de una antigua tradición moral, ofreciendo
                  descaradamente el más cínico nudismo. Hombres trajeados con un corto taparrabos o piel de
                  leopardo o de chivo, mujeres desnudas hasta las caderas, el resto velado apenas con transparente
                  gasa, formaban el marco de una mujer completamente desnuda, de cuerpo marmóreo. El autor de
                  dicha obra era, naturalmente, hebreo. En cuanto a ideas en la obra, ni pizca. En cambio, las
                  insinuaciones, las situaciones escabrosas, la osadía de las escenas, esas si fueron el fruto de largo y
                  detenido estudio en el arte de la perversión humana. Esta prohibida la venta libre de bebidas
                  narcóticas, pero la aplicación de insensibles venenos morales por esa cáfila de falsificadores no lo
                  esta.

                  Los "clubs", "boites" y demás diversiones nocturnas, son un articulo de importación esencialmente
                  judío. Ni los bulevares de Paris ni "Montmartre" ofrecen, en cuanto a lubricidad, lo que Nueva York
                  brinda. Paris, en cambio, posee una contrapartida al horror lascivo: la Comedia Francésa; Nueva
                  York ni eso siquiera.

                  ¿Como, en semejante piélago de vilipendio y prostitución del arte, hallaran los autores dramáticos
                  serios la mínima perspectiva de medrar? ¿Donde se les dará cabida a los actores dignos de arte
                  dramático o cómico? Nuestra escena actual se despliega únicamente bajo la estrella de la
                  pintoresca fauna de coristas y comparsas. Cuando por excepción se da acceso al teatro a un
                  dramaturgo serio, es solo por unas pocas representaciones. Los efectos de luces, la brillantez de
                  colores y el desnudo femenino les ahuyentan, y solo "vegetan" gracias a aquellos que no olvidaron







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