Page 22 - El judío internacional
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su razonamiento exclusivamente en el punto de vista de su propio beneficio. El judío tiene el deber
                  de cumplir la antigua profecía, según la cual todos los pueblos del mundo serian por él
                  bienaventurados, debe obrar en este sentido, que hasta hoy no pudo cumplir debido a su absoluto
                  exclusivismo.

                  No es posible admitir ya que el judío siga representando el papel de "receptor exclusivo" dentro de
                  la humanidad; debe evidenciar aprecio hacia una sociedad humana, que va comprendiendo con
                  angustia que es cruelmente explotada por los círculos poderosos de la raza judía hasta el extremo
                  de poderse hablar de un colosal "progrom cristiano" producido por la miseria económica organizada
                  sistemáticamente contra una humanidad casi inerme. Esta humanidad esta más desamparada
                  contra las perfectamente organizadas iniquidades de los poderosos financieros judíos, que lo
                  estuvieron los pequeños grupos de judíos rusos perseguidos por las vengadoras masas populares.

                  Desde un comienzo, estos artículos de fondo nuestros tropezaron con una casi infranqueable
                  barrera de Correos, en Telégrafos hasta verbalmente. Toda publicación de esta índole es calificada
                  de "difamación". Con tales artículos se perpetra un crimen brutal e imperdonable contra un pueblo
                  inocente y digno de toda conmiseración. (Esto se cree al menos). Los membretes de los poderosos
                  magnates que piden socorro, los medios financieros enormes de los que protestan, y el numero de
                  miembros de aquellas sociedades cuyos presidentes exigen, desaforados, que todo lo dicho sea
                  desmentido, se observan después. Y lo más infame es que siempre, luego de esta grita, se observa
                  con el boicot (listas negras), cuya conminación basto en Norteamérica para que la cuestión judía no
                  se discuta públicamente.

                  Pese a tales amenazas por su discusión pública y a la falsa maniobra de proclamar solo glorias
                  legitimas o ensalzar todo lo referente a los judíos, la cuestión judía en Norteamérica no puede
                  ocultarse ya por más tiempo. La cuestión es clara, y no se la puede tocar ni escamotear aun con la
                  más hábil propaganda; tampoco se la puede reprimir, ni siquiera con las mas groseras amenazas.
                  Los judíos en Estados Unidos servirán mejor a su causa y a todos sus correligionarios del mundo
                  entero si acallaran de una vez el clamoreo del "antisemitismo", dando distinto tono a este
                  lamentable gemido, muy propio de una desdichada víctima, cooperando a la solución de este grave
                  problema, indicando con claridad lo que cada judío amante de su raza podría y debería hacer para
                  solucionarla de una vez.

                  En los precedentes capítulos se ha ido empleando el concepto de "judío internacional". Esta
                  expresión-concepto admite dos interpretaciones distintas; una de ellas es la de que el judío, habite
                  donde habite, sigue siendo siempre judío, y otra la de que el judío ejerce un dominio internacional.
                  El verdadero pulso propulsor del antisemitismo radica en esta última interpretación.

                  Este tipo judaico internacional que ansia el dominio de los pueblos, o que ya lo tiene y ejerce,
                  significa para su raza un apéndice realmente pernicioso. Lo más desagradable en este judío
                  internacional, visto desde el punto de vista del judío común, es justamente que sea también judío.
                  Y lo extraño es que ese tipo no nace en parte alguna, sino sobre tronco judío. Pero no es el caso
                  que entre los innumerables déspotas financieros del mundo entero se cuenten algunos judíos, sino
                  que dichos déspotas sean exclusivamente judíos. Este tan elocuente hecho produce, naturalmente,
                  un sentimiento fatal contra los demás judíos, que no pertenecen ni pertenecerán jamás a esa
                  especie de dominadores internacionales, sino que siguen siendo, sencillamente, parte de la masa
                  del pueblo judío. En el caso de que el dominio universal fuera ejercido por personalidades de
                  distintas razas, como por ejemplo ocurre con el dominio de las artes blancas en Norteamérica,
                  entonces los pocos judíos que se hallasen entre ellas, no podrían plantear un problema, que en
                  caso de ser un problema tal dominio, este se limitaría a los hechos en si, sin interesar a las
                  personas o a las razas. Pero puesto que el domino universal constituye un deliberado propósito solo
                  realizable por judíos, con métodos bien diferentes a los de otros conquistadores en el mundo, es
                  preciso e inevitable que el conflicto suscitado recaiga irremisiblemente sobre aquella raza.







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