Page 24 - El judío internacional
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Testamento, no se hallara entre los judíos poderosos, que unitarizaron su religión, tal como los
                  cristianos unitarios judaizaron su cristianismo, sino entre los judíos miserables que viven en
                  callejuelas, y que para santificar su fiesta semanal, sacrifican los beneficios de sus negocios del
                  sábado. Su religión no les facilita a estos el dominio mundial; al contrario, hacen sacrificios
                  personales para mantener incólumne su religión contra las modernas influencias.

                  Si fuera verdad que el judío no se distingue del resto de la humanidad más que por su religión
                  propiamente dicha, toda la critica del judaísmo, solo significaría un farisaísmo intolerable. Más, al
                  profundizar en este problema, se comprende al punto que el judío en nada se diferencia menos de
                  la humanidad no-judía que por la religión. En efecto, entre las dos grandes ramas del cristianismo,
                  existe una diferencia mayor que entre uno u otro de ellos por un lado, y el mosaísmo por otro.

                  En suma, y aunque lo siga negando el factor judío, el mundo seguirá considerando al judío como
                  miembro de una raza distinta. Siempre defraudo la tenacidad de esta raza los numerosos intentos
                  de exterminio realizados. Supo mantenerse plena de vitalidad y poderío, aplicando únicamente
                  aquellas leyes naturales cuyo descuido bastardeo a tantos pueblos. Fue esta raza la que paso de la
                  antigüedad a la era moderna, gracias a sus dos grandes valores psíquicos, monogamia y
                  monoteísmo, presentándosenos en la actualidad como vestigio visible de una antigüedad de la que
                  emana toda nuestra hacienda espiritual.

                  Y el judío seguirá destacándose siempre como parte de una raza, de una nacionalidad, de un
                  pueblo propio. Cualquier contacto con ideologías extrañas, con costumbres de otros pueblos, no
                  cambiara en absoluto este aspecto. Un judío sigue siendo siempre judío y mientras permanezca fiel
                  a sus inatacables viejas tradiciones, seguirá siéndolo en el futuro. Tendrá siempre el derecho de
                  suponer que pertenecer al judaísmo equivale a ser miembro de una raza superior.

                  Estos judíos dominadores internacionales están en la cima de su poderío – aparte de otras razones
                  – merced a ciertas particularidades del propio ser judío. Cada judío posee estas particularidades,
                  aunque no en cantidad idéntica, así como todo inglés habla la lengua de Shakespeare aunque no
                  sea un Shakespeare. De ahí la imposibilidad de comprender al judío internacional, sin juzgar
                  críticamente las bases del carácter judío y su psicología.

                  Es posible prescindir del reproche más generalizado, de que el éxito judío proviene de la falta de
                  honorabilidad judía. Es ilógico acusar al pueblo judío, como cualquier otro pueblo con generalidades
                  tales. Nadie mejor que el judío esta enterado del reproche general, de que los usos mercantiles de
                  los judíos son todos infernales. Indudablemente, en muchos casos puede existir cierta carencia de
                  escrupulosidad, sin que llegue a ser informalidad punible. También es posible que la fama de que
                  gozan siempre los judíos sobre este particular, provenga más que de su informalidad real de causas
                  diferentes.

                  Una de estas posibles causas puede citarse desde ya. Como comerciante transaccionista o
                  intermediario, es efectivamente, más hábil el judío que los nativos de otros pueblos. Se dice que
                  existen otras razas tan hábiles en este sentido como el propio judío, pero entre ellas este no
                  prospera. Esto permite que las razas mas lerdas para los negocios se crean con derecho a suponer
                  que son harto vivaces, estableciéndose un recelo contra aquellas. El mundo entero desconfía del
                  mas vivo, aunque tal viveza sea completamente inofensiva. El cerebro que piensa con menos
                  rapidez, supone fácilmente que aquel que en una operación comercial pasa por tantos callejones
                  lícitos, puede también ir fácilmente por senderos vedados y alimenta con facilidad la sospecha de
                  que quien hizo por fin "negocio" lo logro con ardides no muy lícitos. Las personas pausadas,
                  honorables, y que hablan y accionan con la mayor escrupulosidad, tendrán siempre sus recelos
                  contra aquellas personas que saben extraer rápida ventaja de todas las circunstancias.

                  Tal como lo prueban las tradiciones históricas antiquísimas, fue siempre el judío un pueblo







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