Page 29 - El judío internacional
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                  Es indudable que en más de una oportunidad el antisemitismo inconsciente intranquilizó vastos
                  sectores de la humanidad, enturbio puntos de vista y perdió su carácter racional, llegando a
                  desvirtuar las intenciones de sus dirigentes. Pero lo más singular de este hecho, es que con
                  semejantes procedimientos jamás  se consiguió nada útil para aquellos que los utilizaban, ni
                  aleccionaron nunca con provecho a los judíos contra quienes se dirigían.

                  Son múltiples los grados del antisemitismo y entre ellos destácanse los siguientes:

                  1.     Existe un antisemitismo subconsciente e irrazonable que se evidencia por una franca
                  aversión contra el judío como individuo, sin importar quien o como sea. Este antisemitismo se
                  advierte con frecuencia en personas de todas las clases sociales, pero lo extraño es que abunde
                  mas en aquellas que menos frecuentan o menor contacto mantienen con ellos. Nace muchas veces
                  este sentimiento de aversión en la adolescencia de los no-judíos y se evidencia por una neta e
                  instintiva antipatía por la palabra "judío"; acentuase mas su agresividad al aplicarse el vocablo a
                  modo de insulto o para definir un acto deshonroso. No existe mas diferencia entre este insulto y
                  otros referidos contra determinados no-judíos, a los que se desea ofender por sus actos inmorales
                  en cualquier sentido, que el hecho de que al decir "judío" se abarca a toda una raza sin excepción y
                  ofende a personas judías desconocidas sin referirse en concreto a un individuo contra el cual la
                  antipatía tal vez este justificada. Esta generalización en la ofensa, es injusta.

                  La simpatía es un sentimiento independiente de nuestra voluntad; el sentimiento de aversión, en
                  cambio, puede rectificarse. Llegara un momento en la vida de las personas ecuánimes en que
                  advertirán que otra persona que les es instintivamente antipática, puede ser en el fondo tan buena
                  o tal vez mejor que ellas mismas. El estado de aversión alterna en el flujo y reflujo de la atracción y
                  la repulsión que pueda regir entre nosotros mismo y otras personas; pero sin llegar a concretarse la
                  prueba de que la persona "no-grata" merezca tal aversión. En cambio, cuando a ese estado de
                  aversión impreciso acumulanse pruebas del desvío al contacto social con la raza judía, la repulsión
                  no puede atribuirse  a prejuicios. Deben quedar al margen de nuestra afirmación, naturalmente,
                  aquellas personas que aseveran que nada bueno en absoluto puede aguardarse de un judío. Esta
                  exteriorizada propensión contra los judíos, suele ser la resultancia de causas diversas. Se puede no
                  simpatizar con los judíos, sin ser esencialmente antisemita. No es un caso extraordinario, sino
                  frecuente, el hecho de no experimentar satisfacción judíos intelectuales en el trato con sus
                  correligionarios a no ser entre los de educación superior. Este hecho nos brinda la oportunidad de
                  ocuparnos detenidamente de las peculiaridades y costumbres del israelita vulgar y de los rasgos de
                  su comportamiento, con cuya crítica no hacemos sino repetir lo que los judíos de más elevada
                  cultura predican al desgaire contra sus correligionarios. Dicha critica será aplazada para otro
                  capitulo.

                  2.     Puede caracterizarse por la enemistad y el odio el segundo grado del sentimiento
                  antisemita.

                  Es preciso repetir que la aversión procedentemente analizada no es idéntica al odio, como tampoco
                  es menester que se traduzca en enemistad. Muchos hay que no gustan del té con azúcar, sin que
                  por ello detesten el azúcar. Sin embargo, se sabe que hay muchas personas que empiezan a ser
                  antisemitas, porque el sentimiento de aversión ahondo en ellos hasta la prevención mas
                  desconfiada y acaso también a raíz de dolorosas experiencias adquiridas en el trato con seres de la
                  raza judía, no siendo menos de un millón los norteamericanos que en estos últimos años se
                  convirtieron en antisemitas rabiosos justamente por haber tratado con comerciantes judíos. Tales
                  sentimientos constituyen una desgracia para las personas que los experimentan, precisamente
                  porque les impiden conocer y apreciar nítidamente los elementos que integran la cuestión judía
                  utilizándolos con justicia y equidad. La enemistad nace por causa de la raza judía mas que por







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