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lo colocamos en la camilla de la emergencia.
               Pero, la situación fue que, el paciente se encontraba ictérico, con dis-
            tensión abdominal, midriático, con restos de hematemesis en su ropa,
            además de proctorragia.

               ¿Qué sucedió aquí? Era mi gran duda, pero no podía perder el tiempo
            con esa pregunta, pues no encontraba signos vitales en el paciente, y al
            instante inicié la reanimación cardiopulmonar junto con el personal que
            me acompañaba. Busqué por todos los medios reanimarlo, y busqué refe-
            rirlo al segundo nivel de atención.
               Mis intentos fueron en vano, ya que el paciente no pudo salir del
            cuadro en que se encontraba.  En pocos minutos, tuve frente a mí a toda
            una comunidad gritando al unísono que ya existía el “primer fallecido por
            coronavirus”, lo cual tuve que desmentir rápidamente, con el riesgo de
            que la ira y dolor los lleve a tomar acciones indebidas contra mí. Tardé
            horas en lograr que la gente permita la salida del cuerpo, pese a que el
            toque de queda ya estaba activo. La verdad sobre su fallecimiento, se-
            guramente nunca se sabrá, pues los padres del paciente no especificaban
            adecuadamente la situación que originó estas circunstancias.
               A partir de esa experiencia, tuve muchas noches difíciles, llenas de
            pesadillas y escalofríos que además de problemas personales y un mo-
            mento de lluvia, me llevaron a tener días después, un accidente de auto
            rumbo al trabajo.
               Afortunadamente el daño fue material únicamente, pero fui reempla-
            zado en mi turno y se me ordenó descansar en mi domicilio para recu-
            perar la calma. En ese turno, que me pertenecía, llegó una paciente con
            un cuadro respiratorio muy sugestivo de Covid-19, inclusive con criterios
            de hospitalización, y sería el primer caso del sector a mi cargo. De hecho,
            ella no cumplía con medidas de bioseguridad, siendo un factor de mucho
            riesgo para el personal que me reemplazaba, entonces fue menester el ais-
            lamiento y las pruebas correspondientes. Es que el temor más grande de
            todos quienes ejercemos esta profesión es el convertirnos en portadores
            de la enfermedad y llevarlo a nuestros entornos familiares.  De forma
            inevitable, llegaron los casos a mi sector, el día tan temido arribó y debí
            enfrentarlo con la responsabilidad del caso.

               Visité a un paciente con tos, fiebre, dificultad respiratoria, mialgias ,
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            dolor torácico, anosmia   y ageusia  , más un antecedente de contacto.
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            Un cuadro muy tentador para diagnosticar con la nueva enfermedad. Por
            primera vez, usé con mucho temor el equipo de protección, recordando

            1 Dolor muscular
            2 Pérdida del olfato
            3 Alteración en el sentido del gusto
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