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al pie de la letra cada paso para la colocación y retiro de este. El paciente
presentó tos, acompañada de una muy alta fiebre, temblor, taquipnea y
saturación de oxígeno al setenta y cinco por ciento, con el agravante de
que sus familiares me rodearon en el dormitorio a pedirme que no lo aísle
porque querían acompañarlo.
“Obviamente, jamás obedecieron las sugerencias y medidas de aisla-
miento y, por ende, deberían estar contagiados” pensé con mucha des-
esperación y temor, pues me encontraba en un lugar cerrado, con gente
posiblemente enferma y una persona con todos los síntomas. En realidad,
su comportamiento tomó tintes groseros y desatinados ante mi indica-
ción sobre el cumplimiento de los protocolos, manifestando que no ha-
rían caso de aquello. Claro, querían un tratamiento efectivo, con curación
rápida, sin contagiarse, pero de esa manera era imposible.
Otra de mis vivencias fue un día en que, una persona con síntomas
respiratorios recibió atención, pero fue ella quien quiso dictarme la lista
de medicamentos que deseaba usar. Yo le dije, con mucho respeto, que no
estaba de acuerdo con su medicación, ya que no existe evidencia y puede
provocarse daño. Recibí alrededor de tres minutos de insultos, lo cual no
me afectó. Esa persona notó que no me molestaban las barbaridades que
decía en mi contra, así que optó por toserme a propósito en mi rostro. Por
suerte, esto no influyó en mi salud.
Es increíble escuchar las exigencias de la comunidad, cuando ellos
no desearon acatar las normas, sin usar mascarilla, ni lavado de mano
frecuente. A pesar de que se indicó un tratamiento sintomático y acorde
a las evidencias, mis prescripciones fueron rechazadas por la población.
En mi tiempo libre, pasé estudiando todo lo posible y novedoso res-
pecto a la enfermedad, lo cual contribuyó a mi desempeño en el área de
triaje, teniendo así mayor sospecha clínica, cuándo y cómo tratar, y espe-
cialmente, la forma adecuada de protegerme a mí mismo y a los demás.
De no ser por eso, no habría podido lidiar con la interminable fila de
pacientes que esperaban en la sala, solicitando atención para aliviar sus
males. Es difícil brindar el servicio dividiendo al personal en un grupo
de atención por agendamiento, y otro grupo aislado de todos, el cual está
listo para atender cuadros respiratorios.
He visto devastados a los familiares de los pacientes, puesto que he
llegado a confirmar fallecimientos en domicilios, donde incluso posterior
a la muerte, los cuerpos aún hervían. La empatía y respeto no podían
faltar, ya que no se sabe cuándo se podrían cambiar los papeles.
Poco tiempo después, pude vivir la pandemia desde el otro lado, pues
dos amados familiares de otra ciudad iniciaron con un cuadro clínico que
era duro de aceptar, con todos los síntomas. Mi desesperación por no
llegar a ayudarlos fue tremenda, debido al trabajo, las restricciones ve-
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