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La semilla que es bien sem-
                                                 brada,  crecerá  firme  en  cual-
                                                 quier terreno por sobre todas las
                                                 circunstancias que se presenten
                                                 en su desarrollo. El decreto  se
                                                 cumplió  tiempo  después  y  en-
                                                 tonces ella y tú, vuelven a nacer,
                                                 dándose la vida mutuamente,
                                                 sin vacilación  ni duda.  Ahora
                                                 ella también viste la armadura,
                                                 tal como tú lo has hecho todo el
                                                 tiempo, sin excepción. Te mira,
                                                 te escucha y rememora aquella
                                                 reunión con estas palabras: “En
                                                 este doble veinte, sin armadura
                                                 no sobrevives”. Lo había en-
                                                 tendido pagando un precio altí-
                                                 simo, que pudo ser mucho más
               caro de lo que fue. Siempre fue un asunto de vida o muerte, pero no todos
               lo comprendieron de esa manera; varios, inclusive se convencieron de
               que no existía, que era un invento y que la mascarilla, limitaba sus perso-
               nales derechos de libertad; hoy algunos son parte del aire, dejando vacíos
               enormes en quienes aquí se quedaron.
                  La vida está llena de altos y bajos, pero sabes que eres único, y ese es
               el motivo suficiente para tener una vocación extraordinaria al servicio de
               los demás; por lo tanto, conoces que cada día es una nueva enseñanza y
               que la esperanza jamás se pierde, sin que esto signifique que tu historia
               global sea mejor o peor que la de otros; es como es. Además, cabe la
               posibilidad de que jamás te vuelvas a quitar la armadura, lo mismo aplica
               para cualquier ser humano del planeta, y que el mundo siga derrumbán-
               dose para reconstruirse sobre sólidas bases. Lo cierto es que la sabiduría
               popular jamás se equivoca: “La mejor manera de evitar una enfermedad
               es previniéndola”. Queda para el recuerdo que, además de lo que viviste
               en lo personal, viste al mundo confinarse, detenerse y quejarse de dolor
               ante las pérdidas humanas, pero jamás perdiste la esperanza de poder
               gritar un día, el menos pensando, que ganamos la batalla.
                  Si la mejor recompensa a recibir es que tu familia se encuentre bien, al
               igual que tus amigos, conocidos, compañeros de batalla, entonces acos-
               túmbrate como aquellos héroes del medioevo, a cabalgar utilizando la
               armadura todo el tiempo. Pasa la voz y sumemos esfuerzos. ¿Te sumas?.







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