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ventado, no existen alternativas reales de curación y tratamiento efectivo.
            La vacuna es la esperanza, sin que sea una absoluta certeza de que pueda
            servir para todos los públicos y etnias; peor aún, con el apuro que se
            está trabajando para tenerla. La gente, en su desesperación llegó a tomar
            cualquier cosa para buscar una posible solución, lo que por supuesto trajo
            mayores  complicaciones  por  enfermedades  derivadas  de  la  ingesta  de
            sustancias contraindicadas.

               Otro de los golpes anímicos recibidos correspondió al fallecimiento
            de varios colegas, compañeros y amigos que perdieron la vida ejerciendo
            la profesión. Todo esto ha significado un antes y un después como pro-
            fesionales y seres humanos porque estábamos capacitados para enfrentar
            lo conocido, ahora podemos luchar contra cualquier adversidad, venga
            lo que venga.

               Me llena de mucha satisfacción cuando los pacientes superan a la
            enfermedad, porque es un esfuerzo colectivo para que eso suceda, en
            algunos casos sin las condiciones adecuadas, pero cargados de valentía,
            paciencia y amor a la profesión y al prójimo. Y sí, yo también la su-
            peré porque era inevitable contagiarme ante tanta exposición. Dolores
            intensos de cabeza, malestar corporal, dificultad para respirar, síntomas
            que se confirmaron con resultado positivo de la prueba PCR. Estuve una
            semana internada, con mascarilla de oxígeno, sin saber nada de mi fa-
            milia, pero luchando para lograrlo. Así fue y por eso estas líneas se en-
            cuentran plasmadas en este libro.
               Ante la posibilidad de un segundo rebrote, hay que insistir en que
            protegiendo a los demás nos protegemos a nosotros mismos; de igual
            manera, en las medidas básicas que, a fuerza de repetición, parecería que
            van incorporándose a la cotidianidad nacional. Respeto a la enfermedad,
            sí; miedo, jamás. El miedo paraliza y lleva a cometer errores al impedir
            la posibilidad de pensar con claridad. La mascarilla llegó para quedarse,
            así de simple.
               Las grandes soluciones, desde la medicina, aún están en desarrollo;
            mientras  tanto, sigamos  poniendo  de parte  para  mitigar  el contagio.
            Quiero creer que hemos aprendido.
















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