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LA COVIDIZA 3 – ALA NORTE


                                                   Por: Md. Daniel Mendieta M.

                  Todo empezó un día martes, cuando se informó al servicio de Gineco-
               logía donde pertenecía, que éste se cerraba debido a la gran demanda de
               pacientes con Covid-19 que estaban ingresando. La orden era que todo el
               personal se movilizaba a cubrir turno en las nuevas áreas.

                  Crecían a la par, el número de personas contagiadas con la novel en-
               fermedad, y el miedo que teníamos los que conformábamos el personal
               de salud; miedo que se complementaba con incertidumbre, tristeza, co-
               raje. Tal fue dicha mezcla, que varios de los compañeros renunciaron a
               sus puestos de trabajo. El pánico se convirtió en la plataforma en la que
               ahora nos tocaba caminar.

                  En lo personal, al enterarme de la noticia le comunique a mi familia
               lo sucedido, quienes, con lógica preocupación, me dijeron que no tra-
               baje, me encierre o retire hasta que la situación cambie y allí regrese.
               Imposible juzgarlos, ya que su genuino interés era que mi situación sea
               la mejor, con vida. Sin embargo, como médico, no podía tomar sus con-
               sejos, ya que la profesión es por y para el bienestar de mi familia, amigos
               y de todos quienes lo requieran. En la encrucijada, días después, les co-
               menté que hubo un cambio de orden y que ya no asistiría a dicho servicio,
               para evitar su preocupación. Luego de un mes en el área Covid decidí
               contarles la verdad.
                                                “La Covidiza” fue el nombre con
                                             el que bautizamos a la nueva sala del
                                             hospital, la misma que se encontraba
                                             en  absoluto  aislamiento  y  a  la  que
                                             sólo podíamos entrar  al  momento
                                             de la valoración de los casos o en
                                             casos extremos, utilizando el equipo
                                             de protección especial, mientras que
                                             afuera  había  otra estancia  desde la
                                             que  teníamos  contacto  con  los fa-
                                             miliares, prescribíamos medicina
                                             y manejábamos la evolución de los
                                             pacientes.
                                                Inicialmente,  los turnos eran
                                             cada ocho días, puesto el tiempo de
                                             exposición no podía ser tan extenso,
               aunque con el tiempo se redujo a cinco días.




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