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MEDICINA EN CRISIS: VOCACIÓN VS. IN-
CERTIDUMBRE
Por: Md. Carolina Caicedo Lara
Soy médico desde hace tres años y qué difícil ha sido conseguir un
trabajo estable luego de culminar el período de medicatura rural. Han
sido tres escenarios distintos que cito a continuación a manera de con-
texto: El primer empleo que conseguí fue en un centro médico pequeño,
fuera de la ciudad, privado, en el que no había perspectiva de crecimiento
profesional y económico. Eso sí, la calidad de la gente, indiscutible,
todos amables y acogedores.
El segundo, llegó gracias a mi mejor amiga, quien puso mi nombre
consideración de los responsables de contratación en un Hospital Bá-
sico, también ubicado fuera de la ciudad. Sucedió, entré allí, topándome
con un montón de limitaciones propias de su condición, y burocrático
en exceso. Renuncié con la firme convicción de estudiar para ingresar al
posgrado, cuya convocatoria nunca sucedió.
A fines del 2019, el tercer empleo, esta vez en el campo académico, ya
que surgió la oportunidad de dictar clases en una universidad pública, lo
cual también me serviría para organizar mejor mi tiempo y las actividades
por cumplir. Si bien llegué a apreciar a los alumnos con los que compartí
el aula, la pasión por la medicina me seguía empujando a conseguir un
trabajo bueno, en el que pueda ejercerla. Pasé semanas, meses enviando
hojas de vida, revisando portales de contratación, anhelando que llegue
ese día tan soñado. Soy clara, y sólo describo la realidad: año tras año,
las universidades gradúan grandes cantidades de médicos, sin tomar en
cuenta un sistema de salud en crisis, que no puede recibir a todos, entre
otras consideraciones.
Entonces, cuando la llegada del Covid-19 a territorio nacional, y em-
pezó a convertirse en pandemia, los currículums que habían sido dejados
en la penumbra, olvidados en algún mueble, por fin se desempolvaban
para contratar de urgencia médicos para enfrentar la crisis sanitaria. Va-
rios conocidos míos fueron convocados y mi teléfono nunca sonó, coin-
cidiendo que mi trabajo en la universidad terminó en la semana que se
implementó el estado de excepción en el país. Me resistía a creer que
nada aparecería, no podía ser posible.
Un día de la segunda semana post desempleo, cerca del mediodía, re-
cibí un mensaje de texto de mi mejor amiga, indicándome que un centro
médico privado, en el que había dejado su hoja de vida, pre-pandemia,
la había contactado porque necesitaban un médico con urgencia. Ella no
había aceptado porque prefería cuidar de su numerosa familia y que con-
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