Page 269 - Libro Orgullo y Prejuicio
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justicia. Soy todavía más feliz que Jane. Ella sólo sonríe. Yo me río del todo.
        Darcy  te  envía  todo  el  cariño  de  que  pueda  privarme.  Vendréis  todos  a
        Pemberley para las Navidades.
        La misiva de Darcy a lady Catherine fue diferente. Y todavía más diferente
      fue la que el señor Bennet le mandó al señor Collins en contestación a su última:
          Querido señor,
          Tengo que molestarle una vez más con la cuestión de las enhorabuenas:
        Elizabeth será pronto la esposa del señor Darcy. Consuele a lady Catherine
        lo mejor que pueda; pero yo que usted me quedaría con el sobrino. Tiene
        más que ofrecer.
          Le saludo atentamente.
        Los  parabienes  de  la  señorita  Bingley  a  su  hermano  con  ocasión  de  su
      próxima boda fueron muy cariñosos, pero no sinceros. Escribió también a Jane
      para  expresarle  su  alegría  y  repetirle  sus  antiguas  manifestaciones  de  afecto.
      Jane no se engañó, pero se sintió conmovida, y aunque no le inspiraba ninguna
      confianza, no pudo menos que remitirle una contestación mucho más amable de
      lo  que  pensaba  que  merecía.  La  alegría  que  le  causó  a  la  señorita  Darcy  la
      noticia fue tan verdadera como la de su hermano al comunicársela. Mandó una
      carta de cuatro páginas que todavía le pareció insuficiente para expresar toda su
      satisfacción y su vivo deseo de obtener el cariño de su hermana.
        Antes de que llegara ninguna respuesta de Collins ni felicitación de su esposa
      a Elizabeth, la familia de Longbourn se enteró de que los Collins iban a venir a
      casa  de  los  Lucas.  Pronto  se  supo  la  razón  de  tan  repentino  traslado.  Lady
      Catherine  se  había  puesto  tan  furiosa  al  recibir  la  carta  de  su  sobrino,  que
      Charlotte,  que  de  veras  se  alegraba  de  la  boda,  quiso  marcharse  hasta  que  la
      tempestad amainase. La llegada de su amiga en aquellos momentos fue un gran
      placer  para  Elizabeth;  aunque  durante  sus  encuentros  este  placer  se  le  venía
      abajo al ver a Darcy expuesto a la ampulosa cortesía de Collins. Pero Darcy lo
      soportó  todo  con  admirable  serenidad.  Incluso  atendió  a  sir  William  Lucas
      cuando fue a cumplimentarle por llevarse la más brillante joya del condado y le
      expresó  sus  esperanzas  de  que  se  encontrasen  todos  en  St.  James.  Darcy  se
      encogió de hombros, pero cuando ya sir William no podía verle.
        La  vulgaridad  de  la  señora  Philips  fue  otra  y  quizá  la  mayor  de  las
      contribuciones impuestas a su paciencia, pues aunque dicha señora, lo mismo que
      su hermana, le tenía demasiado respeto para hablarle con la familiaridad a que
      se  prestaba  el  buen  humor  de  Bingley,  no  podía  abrir  la  boca  sin  decir  una
      vulgaridad. Ni siquiera aquel respeto que la reportaba un poco consiguió darle
      alguna elegancia. Elizabeth hacía todo lo que podía para protegerle de todos y
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