Page 268 - Libro Orgullo y Prejuicio
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que empieza? Mi decisión de darte las gracias por lo que hiciste por Lydia surtió
      buen efecto; demasiado: estoy asustada; porque ¿cómo queda la moral si nuestra
      felicidad brotó de la infracción de una promesa? Yo no debí haber hablado de
      aquello, no volveré a hacerlo.
        —No te atormentes. La moral quedará a salvo por completo. El incalificable
      proceder de lady Catherine para separarnos fue lo que disipó todas mis dudas. No
      debo  mi  dicha  actual  a  tu  vehemente  deseo  de  expresarme  tu  gratitud.  No
      necesitaba  que  tú  me  dijeras  nada.  La  narración  de  mi  tía  me  había  dado
      esperanzas y estaba decidido a saberlo todo de una vez.
        —Lady  Catherine  nos  ha  sido,  pues,  infinitamente  útil,  cosa  que  debería
      extasiarla a ella que tanto le gusta ser útil a todo el mundo. Pero dime, ¿por qué
      volviste a Netherfield? ¿Fue sólo para venir a Longbourn a azorarte, o pensaste en
      obtener un resultado más serio?
        —Mi  verdadero  propósito  era  verte  y  comprobar  si  podía  abrigar  aún
      esperanzas de que me amases. Lo que confesaba o me confesaba a mí mismo
      era  ver  si  tu  hermana  quería  todavía  a  Bingley,  y,  de  ser  así,  reiterarle  la
      confesión que ya otra vez le había hecho.
        —¿Tendrás valor de anunciarle a lady Catherine lo que le espera?
        —Puede que más bien me falte tiempo que valor. Vamos a ello ahora mismo.
      Si me das un pliego de papel, lo hago inmediatamente.
        —Y  si  yo  no  tuviese  que  escribir  otra  carta,  podría  sentarme  a  tu  lado  y
      admirar la uniformidad de tu letra, como hacía cierta señorita en otra ocasión.
      Pero yo tengo una tía a la que no quiero dejar olvidada por más tiempo.
        Por  no  querer  confesar  que  habían  exagerado  su  intimidad  con  Darcy,
      Elizabeth no había contestado aún a la larga carta de la señora Gardiner. Pero
      ahora, al poder anunciarles lo que tan bien recibido sería, casi se avergonzaba de
      que sus tíos se hubieran perdido tres días de disfrutar de aquella noticia. Su carta
      fue como sigue:
          Querida tía,
          Te habría dado antes, como era mi deber, las gracias por tu extensa,
        amable y satisfactoria descripción del hecho que tú sabes; pero sabrás que
        estaba demasiado afligida para hacerlo. Tus suposiciones iban más allá de
        la realidad. Pero ahora ya puedes suponer lo que te plazca, puedes dar
        rienda  suelta  a  tu  fantasía,  puedes  permitir  a  tu  imaginación  que  vuele
        libremente, y no errarás más que si te figuras que ya estoy casada. Tienes
        que escribirme pronto y alabar a Darcy mucho más de lo que le alababas
        en tu última carta. Doy gracias a Dios una y mil veces por no haber ido a
        los  Lagos.  ¡Qué  necedad  la  mía  al  desearlo!  Tu  idea  de  las  jacas  es
        magnífica;  todos  los  días  recorreremos  la  finca.  Soy  la  criatura  más
        dichosa del mundo. Tal vez otros lo hayan dicho antes, pero nadie con tanta
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