Page 2 - La noche se hacía cada vez mas cerrada
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EDAD
La noche se hacía cada vez más cerrada. Las espesas nubes atravesaban el espacio,
transformando un cielo titilante en un simple manto negro, ocultando, junto a las estrellas
una encendida luna que apagaba lentamente su luz, degradando la imagen de un horizonte
poblado de frondosos árboles, a la nada.
Leandro se encontraba perdido. Ni siquiera recordaba cómo había ido a parar al medio de un
tupido y tenebroso bosque donde, en ese momento, el sonido de las hojas de los árboles se
estaban convirtiendo en un indeseado testimonio de la aproximación de una fuerte tormenta.
Sacudió su cabeza intentado acomodar las ideas, pero nada se le aclaraba. Sintió un intenso
temor, y sus piernas comenzaban a aflojarse. Se repuso. No podía darse el lujo de desfallecer
en una situación semejante. Miró hacia todos lados, pero, no logró distinguir ningún claro
que le permitiera orientarse. Unas gotas de lluvia comenzaron a zigzaguear por las copas de
los árboles, formando, al final de su recorrido, indicios de un terreno que en pocos minutos
se tornaría imposible de recorrer. Si saber por qué, comenzó a correr en la primera dirección
que se le ocurrió. No sabía qué hacer. Extraños sonidos que se acoplaban al cada vez mayor
impacto del agua al caer, que se sumaba a la ya inexplicable situación en la que se encontraba,
habían acrecentado el temor, al punto de convertirlo en terror. En su carrera tropezó varias
veces, hiriéndose en cada una de ellas. Su vida dependía de una salida. Perdió la noción del
tiempo y del espacio, y éste fue el indicador de un final sin escapatoria. Mojado, malherido,
agotado y desesperanzado, se dejó caer cuan largo era, y en una voz que apenas podía ser
oída por él mismo, debido a los terribles truenos que habían comenzado a invadir el ambiente,
inició un rezo, encomendando su alma a Dios; y mientras lo hacía, un sonido agudo comenzó
a penetrarle los oídos al punto de sobresaltarlo. Giró su rostro intentado ubicar el origen del
mismo, pero no lo logró. Insistió, hasta que sus ojos divisaron el pequeño artefacto que en su
función no tenía la más mínima intención de compadecerse de sus tímpanos. Dio media
vuelta, y con un esfuerzo sobrehumano, logró colocar su mano sobre el alargado botón
responsable de acallar al despertador. Se sentó de golpe. La transpiración atravesaba en casi
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