Page 7 - La noche se hacía cada vez mas cerrada
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Adelaida, que notó, sin ver, la aflicción de ese hombre, soltó suavemente sus brazos y dando

                  media vuelta se retiró lentamente a su escritorio, con la intención de dejar en la intimidad a
                  su jefe, para que fluya de su interior, todo el sentimiento que mantenía  guardado ante su

                  presencia. Y así fue, sin saber porque Leandro lloró como un niño por mucho tiempo.
                  Ese día se retiró tarde, con la sola intención de retener las horas que pasaban a un ritmo

                  vertiginoso. Cuando atravesó los pasillos hacia la salida, apenas se encontró con un guardia
                  y el portero de edificio, que lo saludaron con cierta frialdad.

                  El camino a  casa no fue diferente del  recorrido hacia su oficina.  No lograba traducir el

                  encuentro familiar en lo que significó durante gran parte de su vida.
                  Desde hacía unos días, su casa le parecía diferente. Tomó las llaves de su bolsillo, y abrió la

                  puerta de entrada. De inmediato, y sin darle tiempo a nada, se abalanzó sobre él, su hijo
                  Julián.  Lo  tomó  entre  sus  brazos  y  lo  alzó  haciéndolo  volar  por  el  aire  para  tomarlo

                  nuevamente, mientras el pequeño reía.
                  Intentaba por todos los medios disimular su estado, y sobre todo ante sus hijos, los cuales no

                  debían transformarse en víctimas de su padecer.

                  —¿Trajiste algo papi? —preguntó Julián.
                  —No— respondió apesadumbrado.

                  —Bue, no importa — se consoló Julián —. Mañana.

                  Besó a sus dos hijos, a su esposa, y se dirigió al sillón, sentándose frente al televisor. Aparato
                  que encendió como por obligación, sin siquiera prestarle atención.

                   Así se quedó hasta la hora de cenar, y así continuó hasta la hora de acostarse.
                  A pesar de la preocupación, Cristina logró dormirse. Esperaba con ansias que llegara el día

                  siguiente para poder entregarle el regalo de cumpleaños que tenía guardado, en connivencia
                  con sus dos hijos, y en la creencia que ello provocaría un cambio positivo en su marido, sin

                  saber  que,  justamente  el  paso  del  tiempo  era  el  mayor  responsable  de  su  estado.  Y  que

                  cualquier cumpleaños se transformaba en la representación del mismo.
                  Leandro no se durmió de inmediato. Pasada la medianoche, se incrementó un nudo en la boca

                  del estómago, que lo acompañó durante todo el día. Se levantó. Comenzó a caminar por la
                  casa intentando no hacer ruido para no despertar a su familia. Finalmente, y mezclada con

                  una serie de pensamientos, le vino a la mente las palabras de sus secretaria, referidas al
                  pequeño obsequio que le había entregado, lo que lo llevó a dirigirse al living de su casa,





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