Page 5 - La noche se hacía cada vez mas cerrada
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—Aquí llegaron los sobres del doctor Ramos con los contratos de “Arcadia producciones”—
y sin esperar comentario, continuó —¿Se los dejo en el escritorio?
—Si, por favor —respondió Leandro, por cumplir.
Adelaida giró sobre sus talones para retirarse, pero pudo más su curiosidad, y su afecto por
ese hombre, por lo que giró nuevamente, y le dirigió una tierna mirada.
—¿Puedo ser irrespetuosa? — preguntó afectuosamente
—Adelante— respondió él —¿Qué necesita?
—Lo conozco ya de algunos años, y créame —comenzó diciendo—, lo conozco bien. Y
sinceramente —continuó— me siento conmovida y triste de verlo en ese estado. No sé qué
es lo que le está ocurriendo, pero si en algo puedo ayudar, me sentiría orgullosa de poder
hacerlo.
—Le agradezco su preocupación — intentó una sonrisa —, pero ya se me va a pasar.
—Sé que no es de hoy. Y si usted pudiera confiarme lo que le ocurre, quizás yo pudiera...
—Le agradezco. Adelaida —la interrumpió, volviendo a intentar esbozar una sonrisa de
gratitud.
—Como usted quiera —dijo, tras lo cual se retiró.
Adelaida estaba a punto de cumplir sesenta y cuatro años. Había pasado su edad para
jubilarse, pero detestaba quedarse en su casa sin hacer nada, y se sentía más útil trabajando,
que con un par de agujas de tejer. Y los más importante: mantenía en actividad su muy lucida
mente.
Apreciaba mucho a Leandro, había generado una intensa relación secretaria-jefe, y no podía
verlo tan decaído.
Recorrió su escritorio con la mirada y se detuvo en ese pequeño objeto que adornaba
diariamente el mueble que se encontraba frente a ella. Lo tomó entre sus dedos y lo observó
con detenimiento. La imagen en su interior, era difusa, de un metal que aparentaba ser plata,
y estaba recubierta por una piedra, transparente, del color del rubí, y forma aleatoria. Podía
ser la solución para aquel hombre desesperanzado. A ella le había resultado. No recordaba
cómo había llegado a sus manos, pero trajo a la memoria, cuando, en su estado terminal,
alguien lo había puesto en su mano, rogándole que pusiera toda su energía en pedirle la cura.
Y rememoró, también cuando, tras hacer lo que le indicaron, su cáncer comenzó una extraña
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