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Rancho Santa Rosa
A la vera del Camino Real de Tierra Adentro en la comunidad del Álamo se encuentra el
Rancho Santa Rosa, es un lugar familiar de gran belleza que, en otro tiempo, fue ganadero,
lechero y agrícola. José Luis Chavero comenta:
Los papás de mi mamá eran los dueños de la hacienda de Taxhé, mis padres, Antonio Chavero
Uribe y Rosa Reséndiz Peña, se casaron en la época cristera cuando estaba prohibido el culto
religioso, entonces la ceremonia fue muy reservada. Dicen que en ese entonces el oro era mone-
da corriente y sacaban el oro en cajas para ventilarlo y lo volvían a guardar. A la muerte de mis
abuelos, con la herencia de mi mamá, mi padre construyó el Rancho Santa Rosa, entonces las
paredes se hacían de adobe y los techos de teja.
Fuimos nueve hermanos: Lucha, Conchita, Antonio, Jesús, Manuel, Tere, José Luis, Javier y
Raúl; yo fui el séptimo. A nosotros nos tocaba sembrar desde Santa Rosa hasta las faldas del
Cerro Gordo, también me tocó ir a estudiar a Tula, Hidalgo, la secundaria; cuando tenía 18
años tomaba el tren de regreso, desde la estación de Tula nos subíamos a escondidas, porque no
tenía para el pasaje. Posteriormente me fui a México a estudiar la preparatoria en la UNAM y
más adelante estudié la carrera de licenciado en administración de empresas en el ITAM, gra-
cias a una beca que me dio el Lic. Balleres. Raúl se fue a estudiar la secundaria a Atlacomulco
y posteriormente, contador público en el Instituto Politécnico Nacional. Con el tiempo comencé
a ver un mejor futuro para el rancho, así que discutía con mi papá sobre renovar el hato lechero
que teníamos, que eran vacas corrientes, daban poca leche, pero comían igual que una que
producía 20 litros diarios.
Pasó el tiempo y discutíamos tanto que, en cuanto yo empezaba a platicar del asunto, mi papá
me decía: “ya vas a comenzar de nuevo” y se paraba para no seguir oyendo.
Un buen día, me fue a acompañar a la carretera para irme a estudiar, me co-
mentó que iba a solicitar un préstamo al banco agropecuario de 200 mil pesos,
y con eso compró 15 vacas Holstein, que daban un promedio de 20 litros diarios,
un tractor con el que sembraron, Jesús, Javier y Manuel 60 hectáreas de cebada,
y una camioneta.
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