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innata capacidad telepática (de la cual, por lo menos, no hay duda), a establecer contacto
                  con fuerzas que estaban más  allá  de  su  posibilidad  de control.  Estas, finalmente, lo
                  destruyeron.


                  Desde   luego,   tardé   tiempo   en   ser   capaz   de   apreciar   la   importancia,   sino   del   propio
                  Lovecraft, al menos de las fuerzas que había liberado. Al principio quedé muy desorientado
                  por su insuficiente dominio de la ciencia, sus montañas más altas que el Himalaya situadas
                  no en la Luna, sino en el Continente Antártico, bien explorado ya en la época en que lo
                  escribía, antes de la guerra. {Yo fui un miembro de la expedición que el gobierno alemán
                  envió entonces a la Antártida y sobre la cual se ha especulado mucho). Además, no era
                  probable que un investigador tan poco sofisticado y relativamente inadecuado pudiese
                  conseguir resultados significativos por sí mismo y sin ayuda. Sin embargo, un simple
                  operario de una planta de energía eléctrica que controla unas complicadas instalaciones,
                  cuya construcción a su vez se debe al conocimiento experimental acumulado de varias
                  generaciones de tecnólogos, es capaz, incluso por accidente, de sumir una ciudad en
                  tinieblas   o   iluminarla   accionando   simplemente   una   palanca.  Así,   una   persona   de   las
                  características de Lovecraft que se acerque al saber acumulado a través de los tiempos (y
                  debemos recordar que casi todo se ha olvidado a medida que se ha ido aprendiendo) puede
                  encontrarse con que posee poderes, bien que controlados de forma imperfecta, que están
                  bastante más allá de los que podría haberse esperado de una persona de esta categoría. No
                  es que desee menospreciarle sean cuales sean sus limitaciones. Hay muchos "grandes
                  hombres" que, si se analiza bien su éxito, lo deben más que nada a su suerte por encontrarse
                  sobre resortes de poder. Y por más que muchas personas tengan el don de ser zahoríes, no
                  comprenden a veces, en modo alguno, que sólo están tratando de hacer funcionar una
                  inducción como la eléctrica sin que por su parte sea necesario ningún ingenio. Sólo debe
                  considerarse la indudable influencia de los planetas sobre el carácter y el destino, todo ello
                  hábilmente documentado por el Profesor Hans Eysenck y una veintena más, para darnos
                  cuenta de hasta qué punto somos criaturas de nuestro destino, "labrémoslo toscamente,
                  según nuestra voluntad".


                  La investigación que dirigí durante mi visita a Nueva Inglaterra en marzo de 1975 demostró
                  de forma  concluyente que Winfield Lovecraft era miembro de la rama egipcia de los
                  francmasones que fue fundada, o por lo menos puesta de manifiesto, por "Alejandro, Conde
                  de Cagliostro", que si bien fue el gran impostor, también fue el peligroso manipulador de
                  fuerzas ocultas. En Providence, Rhode Island, esa vieja ciudad adormilada y tan dada a la
                  cultura y a las cosas de la mente, hice investigaciones que me condujeron a practicantes
                  actuales de la masonería egipcia. Como Vd. ya sabe, conservan muchísima experiencia
                  sobre el saber oculto, expresada en rituales explicables sólo por los iniciados y que, hasta
                  cierto punto, son compartidos como meros rituales por la masonería normal. Como sabe,
                  todos los rituales masónicos son más o menos secretos, pero ninguno lo es tanto como los
                  de aquellas sectas más escondidas o, podría añadirse, como los de los grados más elevados
                  de las distintas logias normales. No es un secreto que, a lo largo de mi prolongada vida, me
                  hice   miembro   de   diversas   y   diferentes   sectas   masónicas,   mágicas   y   sofistas   para
                  incrementar la cantidad de mí información sobre sus actividades, No es preciso decir que
                  tales actividades, promovidas más por curiosidad científica que por reverencia y dedicadas
                  a recoger información que, por lo menos en teoría, podría ser revelada, me han creado un
                  gran número de enemistades. Las sectas en las que me vi involucrado fueron de muy



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