Page 47 - Necronomicon
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escrito en un código de un tipo particularmente complicado, en el que se combinan
                  elementos de difícil escritura con los trucos usuales en la técnica de los realizadores de los
                  códigos. Como puede ver, mi entrenamiento de antes de la guerra con la máquina Enigma
                  fue, después de todo, muy útil (tengo tendencia, tal como sabe, a ser un poco "guasón"). Y,
                  cosa bastante extraña, la participación del Dr. Williams durante la guerra en el programa de
                  radar en Bletcheley Park también resultó ser extremadamente útil. ¡Qué triste es pensar que
                  no pudimos cooperar desde el principio en una causa noble!


                  Fue el Dr. Williams, con su formación inglesa, quien se dio cuenta de que tres escritores
                  muy diferentes habían tropezado con partes de la verdad, El primero era la escritora para
                  niños  Enid  Nesbit,   esposa   del  aspirante  a  fabiano  John   Bland.   Empezó   simplemente
                  tratando de interesar a los niños con sus relatos, pero pronto halló que la mejor forma para
                  conseguirlo era escribir sobre magia. Hace uso de muchos de los tópicos habituales; una
                  alfombra de los deseos, un amuleto y un hada (aunque algo rara, puesto que es peluda y
                  tiene los ojos en los extremos de dos largas antenas), pero los emplea de forma imaginativa.
                  La alfombra parece que se mueve realmente y se pone rígida tal como ocurre con las
                  alfombras de Las Mil y una Noches. Los deseos concedidos por el hada se hacen verídicos
                  de una forma que es, a la vez, "vida real" y muy desconcertante. Pero lo que más nos
                  interesó fue el Amuleto. Era sólo un medio amuleto con el poder de crecer en forma de
                  arco, a través del cual los niños pasaban a otros tiempos en busca de la mitad que faltaba y
                  con la que podrían formar un amuleto completo que le permitiría conseguir los deseos más
                  íntimos. En respuesta a una Palabra de Poder, tan próxima a la real que me hace temblar, el
                  medio amuleto crecía en forma de un gran arco y los niños pasaban a través de él. Este es el
                  Camino, y Vd. ha escrito sobre él. Un tema como éste sólo puedo tratarlo con todo el temor
                  que me inspira.


                  Otro escritor muy útil fue Tolkien, cuyas fantasías sobre Sauron y los poderes de la
                  oscuridad   en   Mordor  resultaron   estar   demasiado   estrechamente   de   acuerdo   con   los
                  acontecimientos políticos a los que se referían. Su alegoría era una alusión velada a lo que
                  en realidad ha estado sucediendo, e inevitablemente produjo considerables rencores.

                  Pero el más importante fue Lovecraft, cuyas aparentes obsesiones revelaban, diría que
                  demasiado, lo terrible que es para muestra mente finita el ser capaces de comprenderlas o
                  de intentar descifrarlas. Pero basta de estas pistas. Describirle como las seguimos creo que
                  no seria tedioso, pero sencillamente no hay tiempo. Lo presiento. Debo decirle, con un
                  cierto presentimiento, que los parásitos de la mente sobre los que Vd. ha escrito existen
                  realmente, todos tienen su influencia e incluso son visibles bajo diferentes apariencias.
                  Describirlos como malignos, tal como hice cuando di con ellos por primera vez en el
                  transcurso de mi investigación, sería una ridiculez fuera de lugar. Sería como una hormiga
                  invocando a un maligno comedor de hormigas. O aún más: sería como si las hormigas
                  llamaran a un hombre malvado para que pisoteara su hormiguero. Porque los parásitos de la
                  mente son un aspecto de lo que Lovecraft llamaba los Grandes Antiguos, y sólo tienen una
                  disposición maligna en tanto en cuanto los grandes espacios de nuestras mentes más
                  interiores les interesen como esfera de explotación (o mejor diría que el gran subconsciente
                  colectivo que compartimos les interesa). En cambio, nuestras insignificantes existencias
                  cotidianas no les interesan más de lo que les interesan las de las hormigas. Es nuestro
                  espíritu semi-eterno (me atrevo a sugerir "eterno") lo que les interesa. Pero es fatigoso ser



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