Page 144 - Mitos y cuentos egipcios de la época faraónica (ed. Gustave Lefebvre)
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CUENTO DE LOS DOS HERMANOS                               151

     razón cae, y Bata muere al instante. Pero resucita gracias  a  su hermano
     Anup, a quien se ve aquí reaparecer, y que, habiendo encontrado y reani­
     mado en un bol de agua el corazón de Bata, devuelve así la vida a su her­
     mano. Bata se transforma entonces en un toro, marcha a la corte y se da
     a conocer a su mujer; pero de nuevo ella le traiciona, y hace degollar al
     toro. Bata resucita una segunda vez y se metamorfosea en árbol; la mu­
     jer, siempre hostil, entrega el árbol al hacha del carpintero. Bata se obsti­
     na sin embargo en renacer: una astilla del árbol abatido entra en la boca
     de su mujer, y ella queda encinta y da a luz a un hijo, que no es otro que
     el mismo Bata. Criado en palacio, se convierte en favorito del faraón y le
     sucede en el trono de Egipto. Uno podría preguntarse si esta leyenda no
     encubriría alguna lejana realidad histórica: es bastante posible, pero toda
     tentativa por identificar a Bata con uno de los primeros reyes del Impe­
     rio Antiguo,  incluso  con  el mismo  fundador  de  la  monarquía  egipcia3,
     hasta hoy se ha revelado completamente ineficaz.
        Esta parte del cuento ha sido objeto de investigaciones y de numerosos
     estudios por parte de folcloristas. Las metamorfosis de Bata vuelven a en­
     contrarse  en  efecto,  más  o  menos  modificadas,  en  una  gran  cantidad  de
     cuentos de diversos países, desde la India hasta Francia, pasando por Abisi-
     nia, Asia Menor y Europa Oriental: Maspero, utilizando los trabajos de Emi­
     te Cosquin, ofreció de ellos ya una lista sucinta4, a la que convendría sin duda
     añadir las metamorfosis de Proteo en el canto IV de la Odisea. El tema del
     «cuerpo sin alma» es también frecuente en las literaturas populares de Euro­
     pa y de Asia5; vuelve a encontrarse en ciertos folclores el tema de la trenza
     de cabello6 y el del corazón reanimado en el agua7. Como hemos dicho más
     arriba (Introducción, § 8, estos temas, suponiendo que no fueran origina­
                         )
     rios de Egipto, al menos habrían encontrado en Egipto, a nuestro modo de
     ver, mil trescientos años antes de nuestra era, su expresión más antigua.

        3 Cfr. Navilie, «Le dieu Bat», en ZAS 43 (1906), p. 77; Y. Vikentiev, en JEA 17 (1931), pp.
     67 y ss. (especialmente p. 71).
        4  G.  Maspero,  op.  laud.,  p.  XVT1-XVII1.  Cfr.  F.  CoSQl-IN,  Contes populaires de Lorraine,  I,
     Paris,  1886, p.  LYII; G.  Huet, Les Contes Populaires, Paris,  1923, pp.  39 y  121.  Entre  todas es­
     tas  obras  hav una cuya  analogía  con  la  segunda  parte  de nuestro  cuento es  particularmente
     chocante: es la bylina rusa, recogida por Kostomarov, Irán, el hijo del sacristán (cfr. R ambaud, J^a
     Russie Epique, 1876, pp. 377-380). Ha sido reproducida recientemente por M. Chuzeville bajo
     el título: «La maravillosa historia de Iván, el hijo de un herrero», en leyenda de la montaña y la
     estepa, 1942, pp.  105-116.
        El  Cuento  de los dos hermanos no  era  desconocido  para  Anatole  France,  que  posiblemente
     había leído la traducción de Maspero: escribe en Thaïs (p. 240): «De pie en medio de un círculo
     de oyentes en cuclillas, un viejo, con el rostro esclarecido por una humeante lamparilla, contaba
     cómo antiguamente Bitiu hechizó su corazón, se lo arrancó del pecho, lo puso en una acacia y
     después se transformó él mismo en árbol».
        ^ E. Cosquin, op.  laud., p. LXIV; G.  Huet.  op.  laud., pp. 39 y 122; M. Burchardt en ZAS 50
     (1912), p.  118.
        6 E. Cosquin, op. laud., p. LXV; G. Huet, op. laúd., p.  118.
         A. Erman, Die Literatur, p. 203, nota 1; M. Burchardt, en ZAS 50 (1912), p.  119.
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