Page 176 - Mitos y cuentos egipcios de la época faraónica (ed. Gustave Lefebvre)
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LAS AVENTURAS DE HORUS Y SETH
Los dos personajes principales, siempre en escena, son Horus y Seth.
Horus es representado como un niño, de constitución y carácter débiles,
pero ingenioso y heredero de la bondad de su padre Osiris-Onnofris;
Seth por el contrario es representado como un ser fuerte, brutal, de ma
neras groseras, un patán fácil de burlar. Alrededor de ellos se agrupan los
otros dioses: el «Señor Universal», que a la vez es Pra-Harakhti y Atum
de Heliópolis, señor orgulloso e irritable, que dirige los debates con par
cialidad y protegiendo a Seth, a quien teme; Isis, la madre tierna y vigi
lante, que sostiene enérgicamente la lucha contra el enemigo de su hijo;
Neith, quien, desde el fondo de su retiro, envía su testimonio a favor de
Horus; Osiris, que amenaza con sus demonios a los dioses y diosas cul
pables de malas acciones; Chu, enemigo de pleitos, quien propone atri
buir, sin tantas controversias, la corona a Horus; Banebdedet, prudente y
circunspecto, quien primero se abriga tras su ignorancia de los hechos
para no tener que decidirse entre los dos rivales; Thot, el escriba, tan há
bil como sabio, al servicio de dioses ignorantes; la Enéada por fin, que
constituye el tribunal, asamblea impresionable y vacilante, siempre de la
opinión del último orador y dispuesta a proclamar, tras cada discurso: «Es
justo» o «Fulano tiene razón»6.
No hay duda de que esta pequeña novela fue muy del gusto de los egip
cios, y que su reputación, como otros muchos otros cuentos de las dinastías
XIX y XX, debió sobrepasar incluso las fronteras de Egipto. H. Vorwahl'
ha puesto de relieve, en el curso de una investigación sobre determinadas
actitudes indecentes, que el gesto picante de Hathor, al que más arriba ya hi
cimos mención, se encontraba en el origen de la leyenda, colacionada por
Clemente de Alejandría8, de la eleusiana Baubo desvelando su desnudez de
lante de Démeter en duelo para distraerla de su dolor. I. Lévy9 por su lado
ha mostrado cómo la anécdota egipcia llegó hasta Japón, donde se encuen
tra, en una obra fechada en el siglo octavo de nuestra era, el gesto de Hat
hor repetido por la danzarina Uzumé, para alegrar a «las ochocientas miría
das de dioses». El mismo crítico cree haber encontrado en Las aventuras de
Horusy Seth el origen de la parábola bíblica (Samuel II 12, 1-7) donde Nat
han conmina a David a reconocerse culpable10: «Es tu propia boca la que a
ti mismo te ha juzgado», dice Isis a Seth, después de que ella le ha conduci
do hábilmente a tomar partido por su hijo y a condenar a aquél que le quería
arrebatar su herencia. «El hombre en cuestión eres tú», dirá, un siglo y me
dio más tarde, Nathan al rey David, que ha arrebatado Betsabé a su esposo.
u Ya en V'erdud y Mentira hemos encontrado un ejemplo de la abulia de estos jueces de
opereta.
7 H. Vorwahl, Ein jpotropdisc/jer Kriegsbn/t/cÍJ, en Archiv für Rriigionsipissenscbaß 30 (1933), p. 395.
* Protrepticus, II, 20-21.
9 I. Lévy, Autour d'un roman mythologique (véase la Bibliografía), pp. 821-834.
111 Ibidem, pp. 839-845.