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                 año 1926 recibió el título de Aparejador, equivalente al de Maestro Mayor de

                 Obras.
                       Se presentó en seguida a oposiciones para un puesto en el Magisterio y

                 obtuvo muy buen puntaje. Quedó en noveno lugar entre cien aspirantes. Su
                 primer destino fue una pequeña escuela en Aldealobos de Logroño, en la anti-
                 gua Rioja, muy lejos de su casa. La alegría le duró poco. Apenas terminó el
                 ciclo lectivo fue reclutado para cumplir con el servicio militar en Ceuta, Te-

                 tuán y Melilla, guarniciones en el entonces Marruecos Español. Sirvió en Ca-
                 ballería. Eso explica su pasión por aquellos largos paseos y exploraciones du-
                 rante los años cuarenta y cincuenta en caballos alquilados en el Club Hípico
                 San Jorge, de Comodoro.

                                                                     Más  adelante  en  otros  presta-
                                                                     dos  por  amigos  en  El  Bolsón,

                                                                     donde,  durante  algunos  vera-
                                                                     nos, nos atrevimos a los prime-
                                                                     ros tramos de la Cordillera con-
                                                                     fiando  en  las  explicaciones  de
                                                                     pobladores chilenos de la zona.

                                                                     Al salir de la milicia, en 1928,
                                                                     concursó  otra  vez  y  ganó  un

                                                                     puesto  de  maestro  en  San  Ro-
                                                                     que, muy cerca de Algeciras, en
                                                                     la provincia de Cádiz, también
                 lejos de su tierra natal. Agustín Candel Cano ejercía allí como Supervisor de
                 Escuelas desde 1919 y Daniel alquiló una pequeña habitación en el mismo ho-

                 tel, céntrico y modesto, donde vivía su tío.

                       Descubrieron una profunda afinidad intelectual que marcaría para siem-
                 pre con luces, sombras y consecuencias la vida de mi padre, y determinaría su
                 destino. Los dos adherían a las novedades y tendencias en instrucción y salud
                 públicas  que  empezaban  a  tener  alguna  relevancia  en  España.  Tío  Agustín
                 alentó y acompañó los primeros contactos de Daniel con el Socialismo y con

                 la Masonería.

                       En 1930 los dueños de la finca cercana a Albacete que administraba Ra-
                 fael, padre de Daniel, la perdieron por malas cosechas y demasiados gastos.
                 La Segunda República Española encontró a la familia completa viviendo en
                 Andalucía, precisamente en Algeciras donde ya estaba la avanzada. Rafael en-
                 contró trabajo como empleado en la administración del estratégico puerto de



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