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                esa ciudad y alquilaron una casa grande
                en la  calle  Sagasta, donde  Daniel vol-
                vió a vivir con sus padres y hermanos.


                      En ese momento tenía veinticinco
                años  y  quería  avanzar  en  su  carrera.
                Ganó por oposiciones el puesto de di-
                rector de la Escuela de Orientación Ma-
                rítima, también conocida como Escuela
                del Pósito Marítimo-Terrestre de Alge-

                ciras donde la mayoría de los alumnos
                eran  hijos  de  marineros.      Desarrolló
                una  tarea  cultural  y  social  destacada
                por varias publicaciones locales: ense-

                ñaba a leer, a escribir, a sumar, a restar,
                algo de geometría, a delinear mapas in
                situ, y a construir maquetas de barcos, a
                dibujar desde peces hasta aparejos ma-
                rítimos. Ir hacia la Naturaleza tenía que ver con su concepción de la educa-
                ción, la formación integral de la niñez.


                      Con esos pequeños alumnos aprendió a hacer nudos marineros y les ense-
                ñó a lavarse los dientes, “medida higiénica no adoptada aún, desgraciadamen-
                te, en muchas regiones de España (añeja ya en el extranjero)”, al decir de un
                colega a quien le había llamado la atención en el aula de Daniel un estante con
                jarritos de aluminio y cepillos, identificados por alumno. Y también la biblio-
                teca  en  el  estante  de  al  lado,  doce  volúmenes  presididos  por  una  cartulina

                “rogando un donativo de libros”.

                      En algunos de sus escritos, que publicaban diarios locales, proponía la
                creación de comedores y roperos escolares que consideraba inseparables de la
                escuela en aquellos duros tiempos españoles. “El niño tiene antes que nada de-
                recho a que se le alimente y se le vista. Luego créense escuelas, muchas escue-
                las pero que merezcan el nombre de tales, en las que el niño se halle a gusto.”


                      El 23 de noviembre de 1929 habían comenzado los pedidos de informes
                y recomendaciones para el ingreso de Daniel en la Logia Masónica Trafalgar,
                de Algeciras. Fueron consultadas varias Logias de la Federación del Grande
                Oriente Español sobre opinión y merecimientos personales y profesionales del
                aspirante. Finalmente obtuvo su Certificado de Aprendiz el 22 de septiembre
                de 1931, con el nombre simbólico de “Rousseau”.



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