Page 20 - Confesiones de mi alumno
P. 20
pero para él lo eran todo: su pensamiento, su vida. Lo más importante, más que
cualquier otro asunto.
Días después vi al muchacho esperándole a su compañera en la salida. La
seguía, la espiaba y si estaba sola, la acompañaba: era impulsivo y terco, ¡qué
muchacho! Le gustaba hablar en tono alto, casi gritando. Creo que su forma de
hablar espantaba a las chicas. Por lo general a ellas les gusta hablar y uno
debía aprender a escucharlas, aunque estuvieran hablando supercherías,
pero el muchacho ¡pobre muchacho! Hacia todo lo contrario: no las dejaba
hablar. Hablaba y hablaba de su vasto conocimiento que terminaba cansándolas.
A mí mismo me cansaban sus diálogos y preguntas.
Pasaron unos días, hasta que lo volví a ver, ahí estaba en la salida esperando a
alguien, pensé que aguardaba a su compañera, pero al verme grito como lo
hacía siempre.
―¡Profe! ¡Profe¡
―¿Qué ha pasado? ―pregunte.
―¡Profe! ¡Profe! Mi compañera ya no me habla ¿qué hago profe? ―Me
pregunto, cómo si yo tuviera la respuesta a sus desamores.
―¿Qué le has hecho para que se aleje de ti? ―pregunte.
―Le dije que le amaba, profe ―me respondió.
―Pero tan pronto le confesaste tu amor, debiste esperar. No leíste aquel refrán
que dice: el que pronto dice amar, no siente amor, sino deseo ―le dije.
―¡Es que necesito estar con una chica¡ ―respondiome apurado e inquieto.
Página
20