Page 24 - Confesiones de mi alumno
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―Es que él no ha sido mi alumno y no sabe lo que habla ―le bromee y nos
reímos.
Así pasaba los días en el colegio, renegado de la vida que le toco vivir, aislado y
con tan pocos amigos que era raro encontrarlo con uno de ellos en el recreo.
Había desprecio en su mirada fija, como si odiara a todos ¿Qué le habrán hecho
sus compañeros? A veces de tanto rogarle aceptaba por fin jugar con ellos.
Una tarde le vi correr en la cancha de un lado a otro tras de una pelota “la gente
parece boba yendo tras de una esfera” decía. Sus movimientos no estaban al
ritmo del partido: era tosco y lento, y pateaba a cualquier lugar menos al arco
y a sus compañeros. Entendí porque no quería jugar; era esto acaso su
discapacidad ¿cómo se llama ese mal? Problemas de coordinación, yo que sé,
nunca hablamos de eso en la universidad, ahí enseñaban cualquier cosa, menos
para enseñar en las aulas.
Aun metido en ese vicio, aun con sus problemas motores, y sus problemas en el
habla, era para mí un gran alumno. A lo mejor estaba hablando sin conocerlo
bien. Y es que es tan difícil conocer del todo a un adolescente que cambia cada
día.
Un docente nombrado debería estar escribiendo esto, no yo. Porque aun a pesar
de todos sus males era también un gran orador, y hasta llego a ser el alcalde de
su colegio. ¿Cómo sucedió? “no tiene sentido” pensé.
Una tarde cuando le vi en el recreo, le reclame:
―Tú como alcalde deberías hacer algo para que mejore tu colegio.
―Qué voy hacer pe, profe ―me respondió.
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