Page 6 - Confesiones de mi alumno
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                  No  recuerdo   aquel  día, era  de  noche  creo,  cuando   vi   en   la    calle   a un


                   muchacho  parado,  esperando a alguien.  Al  verme levanto  la   mano y grito



                   tan fuerte   que   todos   los   que   andaban   por    ahí   voltearon    a  ver   qué

                  pasaba    ― ¡profe! ¡Profe!     ―Gritó―   entonces    voltee   y   vi    al    muchacho

                   acercarse   a  toda  prisa   hacia  mí. Era  flaco el desgraciado, y  el ayuno parecía

                   su  alimento. Los profes  decían  que debía   tener   algún parásito, pues  parecía


                   un fideo. "Debería   recomendarnos    su   dieta  para    estar   siempre  en forma”

                   comentaban.   Su   cabello  no  tenía   ningún   peinado   y  parecía que  él  se  los



                  desarreglaba    para   parecerse  a ese genio del pasado: era un pequeño Einstein.


                  Sabía mucho del físico, pues siempre me hablaba  del genio; y al hacerlo, lo hacía

                   pronunciando mal. Tenía  problemas  al articular  las palabras, y hablaba,


                    hablaba como si   raspara cada   vocal   y   cada  consonante: sus palabras eran

                  fricativas o eran nasales, pero se  comprendía.



                  ―Profe, te quiero contar algo     ―eso   entendí―  mientras  ponía  su  mano   en

                   mi hombro, como si le gustara  hablar  conmigo.



                  ― ¿De qué se trata?    ―respondí  cansado.



                  ―Profe, me gusta una chica de quinto.


                  ― ¿Cómo se llama?    ―Y me detuve un instante.



                  ―Celia profe, Celia    ―repitió su nombre.






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