Page 76 - Confesiones de mi alumno
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veía renegar con ellas, se alejaba maldiciendo a todas. Hasta que llegó un día en
que una de ellas respondió, una de tercero creo.
Ella vivía en el camino por donde Enrique se iba todos los días. En la salida la
esperaba y juntos se iban a sus casas. La noche envolvía a la joven pareja, ahí
los besos y las caricias se oían, ahí el amor no existía; solo la pasión y el deseo
crecían. Hasta que una noche la madre de la muchacha bajo al colegio a
recoger a su hija y les sorprendió besándose, abrazándose, que parecían
una sola alma.
―¿¡Qué haces con mi hija!? ―grito la madre al verlos tan juntitos, y con el palo
que traía empezó a golpearle.
―Yo, nada señora, solo la acompaño ―y se protegía la cabeza de los golpes
que le daba la señora.
―¡Ya fuera de aquí, largo de aquí! ―y no paraba de golpearle. Enrique corrió
al ver a la mujer descontrolada y se ocultó detrás de los árboles. La madre
viendo a su hija sola, le agarro del cabello y de un tirón la mando al suelo.
―¡No mamá! ¡No mamá! te voy a denunciar! ―gritaba la joven llorando. La
levanto luego y la llevo a su casa dándole de cachetadas.
― ¡Para eso te he mandado al colegio, para eso! ―gritaba furiosa la madre.
Al siguiente día cuando volví a ver a Enrique, ya no era el mismo. Hablaba solo y
buscaba con la mirada, Como si algo se le hubiera perdido. ! Qué abra perdido
el muchacho! Acaso ha perdido la razón. Entraba a todos los salones gritando,
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