Page 186 - AZUFRE ROJO
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«Entraremos en tu tumba con este aspecto». La visión roja del ángel: rūzbihān baqlī, rilke, paradžanov 185
Sayat Nová, aquí signif cativamente vestido con una túnica blanca, símbolo de pureza, acer-
ca solícito su pecho para que sobre el mismo ella pueda derramar el vino (la sangre) que
representa la aceptación del martirio. El manto negro que el poeta ha dejado en el suelo bien
puede tipif car la mortif cación del anima sensibilis, vitalis.
La bellísima secuencia f nal nos muestra al poeta convertido en monje extendiéndose sobre
el pavimento de una iglesia vacía, con alrededor de él un bosque de cirios encendidos y, de
repente, propulsada desde fuera de campo, una lluvia blanca de pollos decapitados que, en los
movimientos erráticos de su agonía, vuelcan y apagan los cirios. Cuatro colores simbólicos,
cuatro mortif caciones: cirios rojos (la pasión del martirio), la camisa blanca que porta el
poeta-monje (su sudario), el hábito negro extendido en el suelo (el cuerpo-tumba) y el blanco
de las aves (la extinción-resurrección). Esta secuencia nos evoca la celebración de la danza
circular (samā ) de los «derviches giróvagos» ma la īs . En la danza lítúrgica del samā , el
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ša , que representa a Mawlānā, se sienta ante la «piel» roja de animal (post, piel, lugar) cuyo
color evoca el del sol poniente, que lanzaba sus últimos resplandores en el cielo de Konya
cuando murió Rūmī, el 17 de diciembre de 1273. El rojo es el color del amor divino, del
fuego de la pasión por Dios. En las miniaturas persas, por ejemplo, la utilización del color
rojo es un recurso cromático para representar la luz de la visión divina. Pero, el rojo también
es el color del sol. Y esa es la traducción, justamente, de la palabra šams, nombre del maestro
de Rūmī, Šams-i Tabrīzī. En suma, el post es el símbolo de la llama viva que arde en el templo
del corazón del derviche. Este rojo bien puede ser el que aparece con tanta frecuencia en la
f lmografía de Paradžanov.
Sayat Nová extiende el manto negro que porta sobre el pavimento de la iglesia en un gesto
litúrgico similar a cuando los derviches giróvagos se quitan su capa negra (hirkā) con la mano
derecha y la dejan lentamente caer y se vuelven a encontrar vestidos simplemente con una
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86 Sobre la danza del samā véanse: K. S. Avery, s cholog o Earl u samā : Listening and ltered
States, Londres: Routledge, 2004; A. Ambrosio, «La danse des “derviches tourneurs” et la création
d’un espace sacré», ournal d histoire du sou sme 4 (2003-2004): 97-105; A. Fabio Ambrosio; È. Feuil-
lebois; Th. Zarcone, Les derviches tourneurs: doctrine, histoire et pratiques, París: Cerf, 2006; I. Friedlander,
he hirling ervishes. eing an account o the u order kno n as the mevlevis and its ounder the poet and m stic
evlana alalu ddin umi, Nueva York: MacMillan, 1975; E. de Vitray-Meyerovitch, on a ou la danse
cosmique, París: J. Renard, 1989.
87 En la danza litúrgica del samā se puede ver el movimiento de las esferas alrededor del polo (qu b =
a is mundi), la danza celeste que abarca el círculo de la existencia, el universo entero, desde los ánge-
les hasta los más ínf mos minerales. Pero el samā se puede interpretar también como una danza de
muerte y de resurrección. Los derviches entran en la sala de la tak a vestidos de blanco, el sudario que
simboliza la mortaja de sus deseos, revestidos de un amplio manto negro que representa la tumba y
tocados con un alto gorro de f eltro, el cipo, imagen de la lápida sepulcral. Los derviches, solemnes
con su gran manto negro, signo del envoltorio carnal, dan tres vueltas caminando alrededor de la