Page 478 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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tados, y que, transmitidos primero de generación en generación por vía oral, serían
fijados finalmente por escrito, y en lengua latina, en el siglo i a.C.
El conjunto de todos aquellos libros sagrados, que no pueden ser considerados
textos literarios propiamente dichos, constituyó, como sabemos, la Etrusca disciplina,
dividida en tres grupos o series de textos: los Libri haruspicini (atribuidos a Tages), que
enseñaban las reglas para el examen de las entrañas de los animales sacrificados, en
especial el hígado; los Libri fulgurales (atribuidos a Vegoia), relativos a la interpreta
ción, rechazo e invocación de rayos y relámpagos; y los Libri rituales, conjunto de va
riado contenido, que ya conocemos.
No se sabe si algunos de ellos —en todo o en parte— estuvieron estructurados
en versos, como parece deducirse de la cita del poeta latino Lucrecio (De Rerum Na
tura, VI, 381), quien, manejando algunos preceptos relativos a la voluntad de los dio
ses a través de los rayos, citó expresamente los Tyrrhena carmina.
En el siglo i a.C., personas de origen etrusco, como el volterrano y amigo de
Cicerón Aulus Caecina, educado en Roma, además de Tarquicio Prisco, Nigidio Figu
lo o Julio Aquila divulgaron y publicaron en latín el contenido de tales libros, pro
porcionando así, a modo de una gran vulgata, una amplia base de información cien-
tífico-religiosa, recogida y utilizada en algunas obras de Varrón, Cicerón, Censorino,
Plinio el Viejo, Séneca, Macrobio, Marciano Capella, Servio, Festo y otros muchos
autores.
Inscripción de la estatua dell’Arringatore.
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