Page 475 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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Popularísimos fueron también los cantos báquicos (carmen convivale),  que luego
        pasarían a Roma.



        Literatura histórica

           Los etruscólogos, en su mayoría, están convencidos de la existencia de una litera­
        tura histórica etrusca, habida cuenta de las citas que acerca de las historiae tuscae efec­
        tuaron historiadores griegos y latinos.
           Ya Varrón aludió a las mismas al hacerse eco de la duración de los saecula y de los
        prodigios y señales que anunciaron el final de la civilización etrusca. También lo hizo
        el emperador Claudio, quien escribió, manejando a los auctores Tusci,  según se dijo,
        una historia (Tynheniká) en 20 libros sobre aquel pueblo.
           De los textos históricos específicamente etruscos, redactados en diferentes épocas
        y de modo especial en el siglo π a.C., no ha llegado nada, salvo un pequeño pasaje
        de Aulus Caecina alusivo a la conquista de la Etruria padana por parte de Tarcón, el
        héroe de Tarquinia.
           En cualquier caso, todo el material historiográfico sería aprovechado por los di­
        ferentes escritores griegos y latinos que trataron temas etruscos. De lo escrito por Es-
        trabón, Dionisio  de Halicarnaso, Marco Verrio Flaco, Tito Livio y Plinio  el Viejo
        —por citar unos cuantos— se deduce claramente la existencia de «historias etruscas».
        Lo mismo puede decirse de Servio, el comentarista de Virgilio.
           A todo lo que dijeron los historiadores clásicos se le suma la arqueología, la cual
        ha permitido constatar la antigüedad de las tradiciones etruscas que, fijadas sin duda
       por escrito, hubieron de existir.
           No  se puede  decir de  qué  tipo ni enfoque  sería tal literatura histórica, pero se
       piensa que —excepción hecha de narraciones de tipo cosmogónico— se recogería
        a modo de «anales» y de res gestae para significar las historias locales o bien genealó­
        gicas y biográficas de las grandes familias aristocráticas, todo ello —al menos para
       las grandes narraciones— en un claro contexto religioso, muy unido a la Etrusca dis­
        ciplina.
           En efecto, tal Disciplina hubo de estar ligada a la Historia —como señaló acerta­
        damente M. Sordi—, dado que era a un tiempo cosmogonía (Historia del mundo),
       profecía (adivinación de la historia futura de pueblos, ciudades y hombres) y, por su­
       puesto, acción sobre la Historia (posibilidad de determinarla mediante plegarias y ri­
       tos expiatorios). De cualquier modo, la Historia fue concebida por los etruscos como
       una duración concreta (saecula) marcada por un final, duración acompasada, sin em­
       bargo, a la ciencia de la adivinación, capaz ésta de desentrañar las señales divinas y
       los portentos que marcaban el final de los saecula.
           Prescindiendo de las indicaciones de carácter fabuloso (las fabulae Etruscae citadas
       por Plinio el Viejo), conectadas con las historias de fundación, o de las referencias a
       datos locales de las singulares ciudades —basadas en la vetusfama Etruriae— y de las
       luchas entre ellas o contra Roma, la historia sirvió también para detallar datos biográ­
       ficos de grandes personajes (Mastama,  los hermanos Vibenna, Porsenna, por ejem­
       plo) o para resumir en adecuados elogia actuaciones de importantes personajes, que
       se inscribieron en sarcófagos, tumbas y lastras de mármol honoríficas. Pensemos en
       el elogium de Laris Pulenas, inscrito en el volumen que exhibe entre sus manos, o en el
       de los tres miembros de la familia Spurinna, que, ordenados redactar probablemente


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