Page 473 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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mado Etru Sceva (tal vez hermano de Petru),  a quien se la encargaría la asamblea de
        los  Cusu,  siendo  supervisores  cuatro personas,  durante  el zilacato  de Lart Cusu y
        de  Laris Salini.  En  el  documento  aparecen  además  otros  13  nombres  de personas,
        miembros  de la hermandad,  seguidos  de  otros  4,  que  actuarían como garantes  del
        acto registrado. Asimismo, se enumeran otros  15 nombres de personas participantes
        en los sacrificios y en las invocaciones de la ceremonia.
           Estas interpretaciones tan opuestas evidencian lo precario del conocimiento filo­
        lógico de la lengua etrusca. En cualquier caso, es de esperar que futuros estudios fa­
        ciliten el contenido de tan importante  Tabula.



        La l i t e r a t u r a  e t r u s c a
           Por lo que se refiere a las letras, sabemos por las noticias de los escritores grecola-
        tinos que los etruscos tuvieron una floreciente literatura popular, historiográfica, re­
        ligiosa y científica, toda ella desaparecida, incluida su traducción y adaptación, según
        M.  Pallottino,  al igual que sus ciudades y su civilización.  Un caso  excepcional,  sin
        embargo, es el fragmento de la denominada Profecía de Vegoia,  recogida en la colec­
        ción de los  Gromatici latinos y del que ya dimos cuenta.
           No  se puede  señalar,  en  consecuencia,  hasta qué  grado  de  desarrollo y calidad
        evolucionó tal literatura, ni cuáles fueron los géneros cultivados con exactitud, ni la
        originalidad o no de la misma. En cualquier caso, no hay dudas de que hubo de ser
        importante, si atendemos las palabras de Tito Livio (IX, 36), quien señaló que los ni­
        ños de las mejores familias romanas  acostumbraban,  en el siglo iv a.C., a educarse
        aprendiendo las «letras etruscas»,  expresión que obviamente  debe entenderse como
        «literatura».


        El teatro y  la poesía


           Por otro lado, existen pruebas para afirmar que la pasión por el teatro —y por los es­
        pectáculos en general— fue innata en el pueblo etrusco. Varrón en su De lingua lati­
        na (V, 40) nos ha transmitido el nombre de un autor etrusco de tragedias, llamado  Vol-
        nius (en etrusco, Velna o Velina), que compuso obras a finales del siglo n a.C., aunque nada
        sabemos de su vida y menos de sus escritos (¿argumentos etruscos?, ¿argumentos griegos
        en lengua etrusca?), que hubieron de estar influidos, sin duda, por las obras griegas.
           El propio Tito Livio, en otro pasaje de su obra (VII, 2) alusivo a la organización
        de los juegos escénicos (ludi scaenici) en Roma, en el año 364 a.C., tendentes a ob­
        tener el favor de los dioses y vencer una epidemia de peste, señaló que los actores
        (ludiones) reclutados para las representaciones provenían de Etruria.
           Si nos  atenemos  a  objetos  arqueológicos,  muchos  de  ellos  son  susceptibles  de
        una interpretación en clave teatral. Un clarificador ejemplo podría ser el stámnos me­
        tálico cinerario de Bisenzio, citado ya varias veces, en el cual aparecen figurillas itifá-
        licas  alrededor de  un  enigmático  cuadrúpedo  encadenado  por el  cuello,  así  como
        guerreros, desnudos pero armados, ejecutando una danza. Esta composición totémi-
        ca puede aludir a un rito de fertilidad o de tipo sangriento en el cual los participan­
        tes bien podrían actuar como actores. Lo mismo puede decirse de un relieve funera­
        rio de Chiusi, del siglo v a.C., en el que se ve a una Ménade en actitud de danza, se­


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