Page 92 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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cuando Tindáreo y Leda comparten por primera vez el le­
          cho  nupcial,  Zeus  la visita  en  forma  de  cisne  y se  une  a
          ella. Leda lleva en su seno al mismo tiempo a los  hijos de
          Tindáreo  y  a  los  de  Zeus.  Son  cuatro:  dos  chicas  y  dos
          chicos.  Se  dice  a  veces  que,  en  realidad,  es  a  una  diosa,
          Nemesis,  a quien forzó  Zeus.  Para escapar de él,  se  meta-
          morfoseó en oca, y Zeus se convirtió en cisne para cubrir­
          la.  La escena se desarrolló en las alturas del monte Taigeto,
          cerca de  Esparta,  y en su  cima es donde Némesis-oca de­
          posita el  huevo  (o  los  dos)  que pone,  y  que  un  pastor se
          apresura a llevar a  Leda.  En  el palacio  de  la reina los  pe­
          queños salen de su cáscara, y Leda los adopta como hijos.
              Némesis  es  una  divinidad  temible,  hija  de  la  Noche,
          de  la  misma  estirpe  que  sus  hermanos  y  hermanas,  pro­
          creados  como  ella  por  la  fuerza del Erebo:  la  Muerte,- las
          Parcas, Eride  (la Discordia), junto con su cortejo: los Ho­
          micidios,  las  Matanzas,  los  Combates.  Pero  Némesis  su­
          pone también el otro aspecto de lo tenebroso femenino, el
          personificado por las  dulces  Mentiras y Filotes  en  cuanto
          encarna la Ternura amorosa,  el  que junta placeres y enga­
          ños. Némesis es una vengadora que se encarga de la expía-
          ción  de  las  culpas,  y  no  conoce  el  descanso  hasta que  ha
          cazado al culpable para castigarlo,  hasta que ha humillado
          al insolente que ha llegado demasiado lejos y con los exce­
          sos  de  su  éxito  ha  provocado  los  celos  de los  dioses.  Né-
          mesis-Leda:  en  cierto  modo,  es  la  diosa  Némesis  quien
          adopta  el  aspecto  de  Leda,  una  simple  mujer,  para  hacer
          pagar a los mortales la desgracia de no ser dioses.
              Cuatro  hijos,  por  tanto.  Dos  chicos:  los  Dioscuros
          {los «hijos de Zeus»,  que son  al  mismo  tiempo los Tindá-
          reos,  los  «hijos  de Tindáreo»),  Cástor y Pólux; y dos  chi­
          cas:  Helena y Clitemnestra. En ellos se ha juntado, para lo
          mejor  y  lo  peor,  lo  divino  y  lo  humano:  las  semillas  de
          Tindáreo, el esposo humano, y de Zeus, el amante divino,

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