Page 88 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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una infancia y una juventud extraordinarias, es el benja
mín de Hécuba, esposa de Príamo, rey de Troya, la gran
ciudad asiática en la costa de Anatolia, muy rica, muy her
mosa y tremendamente poderosa.
Justo antes de dar a luz, Hécuba soñó que paría, en
lugar de un ser humano, una antorcha que incendiaba la
ciudad de Troya. Como es lógico, preguntó al adivino, o
a unos parientes conocidos por su excelencia en la inter
pretación de los sueños, qué significaba. Se le dio el senti
do, en cierto modo, evidente: ese niño será la muerte de
Troya, traerá su destrucción a través del fuego y las lla
mas. ¿Qué hacer? Lo que hacían los antiguos en esos ca
sos. Buscar la muerte del niño, pero sin matarlo física
mente: abandonarlo. Príamo confía el niño a un pastor
para que lo abandone, sin alimentos, sin cuidados y sin
defensas, en esos mismos lugares solitarios donde se ejer
cita la juventud heroica, no en la llanura cultivada y po
blada, sino en la ladera de esa montaña alejada de los hu
manos y expuesta a las fieras salvajes. Abandonar a un
niño es buscar su muerte sin mancharse las manos con su
sangre, mandarlo al más allá, hacerlo desaparecer. Pero, a
veces, el niño no muere. Cuando, por casualidad, reapa
rece, lo hace con unas cualidades que proceden precisa
mente de que, entregado a la muerte, ha superado esa
prueba. El hecho de haber escapado victorioso de las ga
rras de la muerte poco después de nacer confiere al super
viviente la aureola de un ser excepcional, de un elegido.
¿Qué ha ocurrido con Paris? Se cuenta que al principio
una osa lo alimentó con su leche durante unos cuantos
días. Por su manera de caminar y ocuparse de las crías, las
osas han sido asimiladas a menudo a las madres humanas.
Alimenta de modo provisional al recién nacido, y después
unos pastores, los guardianes de los rebaños del rey en el
monte Ida, lo encuentran y lo recogen. Lo crían entre
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