Page 89 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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ellos sin saber, claro está, quién es. Lo llaman Alejandro
en lugar de Paris, nombre que le habían dado en el mo
mento de nacer sus padres.
Pasan los años. Un día, aparece un emisario de palacio
para buscar el toro más hermoso del rebaño real, destina
do a un sacrificio funerario que Príamo y Hécuba quieren
realizar en sufragio del hijo que enviaron a la muerte, a fin
de honrar a la criatura de la que tuvieron que separarse.
Ese toro es el predilecto del joven Alejandro, que decide
acompañarlo e intentar salvarlo. Como cada vez que hay
ceremonias fúnebres en honor de un difunto, no sólo se
celebran sacrificios, sino también juegos y competiciones
fúnebres, carreras, pugilato, lucha, lanzamiento de jabali
na. El joven Alejandro se inscribe para competir con los
restantes hijos de Príamo contra la élite de la juventud
troyana. Triunfa en todas las competiciones.
Todo el mundo queda boquiabierto y se pregunta
quién es aquel joven pastor desconocido, tan hermoso,
tan fuerte y tan diestro. Uno de los hijos de Príamo, Deí-
fobo -que reaparecerá en el transcurso de esta historia-, se
enfurece y decide matar al intruso que ha derrotado a to
dos. Persigue al joven Alejandro, que se refugia en el tem
plo de Zeus, donde se encuentra también su hermana,
Casandra, una joven muy hermosa de la que Apolo se
enamoró, pero fue rechazado. Para vengarse, el dios le ha
concedido el don de la adivinación, pero que no le sirve
de nada. Por el contrario, ese don sólo conseguirá empeo
rar su desgracia, ya que, aunque sus predicciones son
siempre ciertas, nadie las creerá nunca. Y entonces excla
ma: «¡Cuidado, este desconocido es nuestro pequeño Pa
ris!» Y Paris-Alejandro muestra, en efecto, los pañales que
llevaba cuando fue abandonado. Basta ese gesto para que
sea reconocido. Su madre, Hécuba, está loca de alegría, y
Príamo, que es un excelente y anciano rey, está encantado
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