Page 90 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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también de recuperar a su hijo. Ya tenemos, por tanto, a
Paris reintegrado a la familia real.
En el momento en que las tres diosas conducidas por
Hermes, a quien Zeus ha encargado resolver la cuestión
en su nombre, acuden a visitarle, Paris ya ha recuperado
su lugar en la corte, pero ha mantenido la costumbre, des
pués de pasar toda su juventud como pastor, de ir a visitar
a los rebaños. Es un hombre del monte Ida. Así pues, Pa
ris ve llegar a Hermes con las tres diosas, y se siente algo
sorprendido y preocupado. Preocupado porque, por lo ge
neral, cuando una diosa se muestra abiertamente a un hu
mano en su desnudez, su autenticidad de inmortal, las co
sas suelen acabar mal para los espectadores: nadie tiene
derecho de ver a la divinidad. Es a la vez un privilegio ex
traordinario y un peligro del que no se sale ileso. Tiresias,
por ejemplo, perdió la vista por haber visto casualmente
desnuda a Atenea. En ese mismo monte Ida, Atenea, tras
bajar del cielo, se había unido a Anquises, el padre del fu
turo Eneas. Después de dormir con ella, como si hubiera
sido una simple mortal, por la mañana Anquises la vio en
toda su belleza divina, e, invadido por el terror, le dijo,
implorante: «Sé que estoy perdido, jamás podré volver a
tener trato carnal con una mujer. El que se ha unido con
una diosa no volverá a encontrarse en los brazos de una
simple mortal. Su vida, sus ojos y, sobre todo, su virilidad
quedan aniquilados.»'
Así pues, Paris se siente asustado desde un principio.
Hermes lo tranquiliza. Le explica que le corresponde efectuar
la elección y conceder el premio —os dioses lo han decidido
l
,
así— y juzgar cuál es a sus ojos la más hermosa. Paris se siente
muy molesto. Las tres diosas, cuya belleza es, sin duda, equi
valente, intentan seducirle con tentadoras promesas. Cada
una de ellas ofrece, en caso de ser elegida, otorgarle un poder
único y singular que sólo ella tiene el privilegio de conferir.
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