Page 156 - ¿Y si quedamos como amigos?
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Subí las escaleras despacio, sin saber lo que me esperaba en la recámara de Levi.
Aunque la puerta estaba abierta, llamé.
Encontré a Levi sentado en la cama, con la pierna vendada y apoyada en alto. Tenía
una bolsa de hielo sobre la rodilla.
—¿Cómo te encuentras? —le pregunté, aunque su cara hablaba por él.
—La regué —echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
—Todo se arreglará —agarré la silla del escritorio para acercarla a la cama—.
Siempre se aprende de estas cosas.
—Seis meses. Como mínimo —su tono de voz era de pura incredulidad. Me miró la
mano—. ¿Qué es eso?
Señaló la bolsa de brownies. Yo ni me acordaba de que los había llevado. Los
aferraba como si me fuera la vida en ello.
—Eh… ¿Te apetece un brownie? Aún se están descongelando.
Jamás en toda mi vida me había sentido tan idiota.
Se rio.
—Me alegro de comprobar que algunas cosas nunca cambian.
Hizo un gesto de dolor y yo di un brinco.
—¿Te encuentras bien? ¿Necesitas algo?
Me aterrorizaba que le pasara algo cuando yo lo estaba cuidando.
—No —se miró la pierna—. Bueno, necesito muchas cosas. ¿No te sobrará por
casualidad un ligamento cruzado anterior?
Fue un alivio descubrir que aún le quedaban ganas de hacer bromas. Aquello no era
chistoso, la verdad, pero era un descanso saber que no estaba tan hundido como para
haber perdido el sentido del humor.
Nos quedamos unos minutos en silencio. Yo no sabía qué decirle y, sinceramente,
llevaba meses esperando que se disculpara. Estuve a punto de soltarle allí mismo que
bastaría con que me pidiera perdón de corazón, pero sabía que no era el momento.
Se estaba haciendo tarde y, más por romper el silencio que por otra cosa, me levanté.
—Supongo que querrás…
Me agarró del brazo.
—Perdóname, Macallan.
Yo tenía pensado recitarle mi lista de agravios para luego recordarle de cuántas
formas distintas lo había apoyado. Exponerle lo mucho que me habían dolido sus
palabras y sus actos. Lo mal que la había pasado. Sin embargo, no hizo falta.
Él ya lo sabía.
Así que dije lo que ambos necesitábamos oír.
—No pasa nada.
Me incliné hacia él y lo besé en la frente.
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