Page 157 - ¿Y si quedamos como amigos?
P. 157
******Created by ebook converter - www.ebook-converter.com******
—Sí que pasa —repuso él—. Lo que te hice…
Lo interrumpí.
—Lo sé y ya te disculpaste. Y yo también lo siento. Lo que necesitamos es volver al
punto donde estábamos antes.
—Eso es lo que quiero —me sonrió. Con aquella sonrisa suya que yo llevaba meses
sin ver—. Ya sabes que no te merezco.
—Desde luego que lo sé.
Le hice un guiño, me di media vuelta y bajé. Tenía la sensación de que todo estaría
bien entre nosotros.
Ambos habíamos cometido errores y nos habíamos negado a dar nuestro brazo a
torcer, pero debíamos seguir adelante, bien cerca el uno del otro.
—¡Eh! —la cara de mi papá se iluminó cuando me vio—. Estás sonriendo. Eso
significa que todo va bien allí arriba.
Sabía que, dadas las circunstancias, debería haber sido más discreta, pero no pude
evitarlo.
Levi volvía a formar parte de mi vida.
Dos semanas antes de Navidad, yo estaba más ocupada que nunca.
Además de estudiar para los exámenes, comprar regalos y hacer de niñera para
poder pagar las compras, tenía que cuidar de Levi en la escuela. Me dieron las llaves
de su coche para que pudiera ayudar a su mamá a llevarlo al colegio y traerlo de vuelta.
También cargaba con sus libros, lo cual le daba aún más coraje que las muletas que iba
a necesitar hasta que lo operaran dos días después de Año Nuevo.
Keith, Tim y los demás nos echaron una mano durante los primeros días, pero o bien
superaron el sentimiento de culpa, o bien la idea de ayudar a su amigo perdió encanto,
porque de repente desaparecieron del mapa. Eso sí, animaban a “California” cuando
aparecía renqueando por el pasillo, pero su apoyo se limitaba a eso.
Stacey y las animadoras, por supuesto, estaban más que dispuestas a colaborar. Nada
como hacer de Florence Nightingale para alimentar fantasías románticas.
Por desgracia, Levi no era un paciente lo que se dice agradecido. Le daba coraje
pedir ayuda a los chicos y no quería que las chicas lo compadecieran. Le molestaba,
sobre todo, que su mamá lo llevara a la secu; decía que se sentía como un alumno de
primero.
En fin, que sólo quedaba yo. Estoy segura de que no le gustaba nada tener que
depender de mí, pero yo me armaba de paciencia. La sangre no llegaba al río.
—Yo lo hago —me dijo un día antes de comer, cuando me disponía a abrirle el
casillero.
—Adelante.
******ebook converter DEMO - www.ebook-converter.com*******