Page 154 - ¿Y si quedamos como amigos?
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                                               CAPÍTULO QUINCE





          Por fin me enfrentaba cara a cara con mi peor enemigo. Y esta vez estaba decidida a

          salir victoriosa.
             Saqué el molde del horno con mucho cuidado. El suflé se había hinchado y, a primera
          vista,  tenía  la  consistencia  adecuada.  Sosteniéndolo  con  las  dos  manos,  me  acerqué
          despacio al lugar donde mi papá estaba sentado.
             —Parece perfecto —comentó cuando lo dejé sobre la mesa.

             —Pruébalo —le ordené.
             Era  la  cuarta  vez  que  intentaba  preparar  un  suflé.  Los  dos  primeros  no  se  habían
          inflado; por lo visto, no había batido las claras de huevo lo suficiente. La tercera vez,

          lo saqué del horno demasiado pronto y se hundió antes de que siquiera lo depositara
          sobre el mármol.
             Sonriendo, mi papá hincó el tenedor. Me incliné hacia delante mientras lo probaba.
             Mi teléfono empezó a sonar pero dejé que respondiera el contestador.
             —Qué bueno —dijo mi papá con la boca llena. Tomó otro enorme bocado.

             Cuando sonó su teléfono, ambos lo miramos fijamente.
             —¿Quién es? —pregunté temiendo que le hubiera pasado algo al tío Adam. Miré la
          pantalla de mi teléfono y, justo cuando mi papá me informaba que era la mamá de Levi,

          vi que tenía una llamada suya.
             —¿Sí? —respondió mi papá. Frunció el ceño—. Oh, no. ¿Qué pasó?
             Se me hizo un nudo en el estómago. Intenté deducir lo que pasaba a partir de los “oh,
          no” y “claro” de mi papá. Por fin, dijo:
             —Ahora mismo vamos.

             —¿Qué pasa? —pregunté.
             Levi  se  desgarró  el  ligamento  cruzado  mientras  entrenaba  —mi  papá  meneó  la
          cabeza—. Acaban de llegar del hospital y se encuentra muy mal. Pobrecito. Tenemos

          que ir ahora mismo.
             —Oh —Levi nunca se saltaba el calentamiento ni se forzaba demasiado. No podía
          creer que se hubiera hecho daño. Y aquella lesión era de las que tardan en curarse—.
          ¿Tiene que hacer reposo?
             —Sí, pero preguntó por ti.

             Mi papá se levantó y agarró las llaves de la casa.
             —¿De verdad?
             Se volteó a mirarme.

             —Pues claro, Macallan. Eres su mejor amiga.


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