Page 149 - ¿Y si quedamos como amigos?
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          sucia”.

             Macallan me escudriñó:
             —Bueno, ¿y qué?
             —¿Qué de qué?

             Frunció la nariz.
             —¿Qué me dices de aquel partido?
             —Ah, eso —repuse decepcionado—. Fue divertido.
             —Sí —asintió ella. Sonó el temporizador del horno—. Bueno, tendré que pedirte que
          te vayas. Yo no sirvo comida mugrosa, y con la suerte que tienes…

             No  terminó  la  frase,  pero  me  alegré  de  que  me  hubiera  molestado.  Macallan  no
          pierde tiempo ni hace comentarios mordaces con personas que no le importan.

          Bien pensado, el hecho de que Macallan fuera mi mejor amiga me preparó para todas

          las indirectas que se intercambian en un vestidor. Y en la sala de pesas.
             —¿Llamas a eso una repetición? —molestó Keith a Tim, que levantaba pesas en la
          banca una semana después de Acción de Gracias.
             Tim se incorporó y se sentó a mi lado en el tapete que yo había extendido para hacer
          levantamientos de piernas.

             —Te voy a enseñar cómo se hace.
             Keith se tendió en la banca y se puso a subir y a bajar las pesas sin mostrar esfuerzo
          alguno.

             —Claro, hermano, tú sólo pesas veinte kilos más que yo —le recordó Tim.
             —Qué le voy a hacer, hermano, si me veo mejor.
             Yo  seguí  estirando  mis  extremidades  inferiores  en  silencio.  Tim  se  puso  a  hacer
          estiramientos también mientras me preguntaba:
             —¿Gustas unos cuantos suicidios en la cancha?

             El tiempo refrescaba por momentos a medida que se acercaba la Navidad, así que
          habíamos  optado  por  quedarnos  dentro.  Habíamos  pasado  por  la  sala  de  pesas  que
          había  encima  del  gimnasio  después  de  que  Tim  terminara  el  entrenamiento  de

          baloncesto.
             —Por mí está bien.
             Me levanté y agarré la toalla.
             —Eso, lárguense a otra parte, flacuchos, ya que no soportan la presión —gruñó Keith
          mientras acababa la última serie.

             —Eso no tiene ni pies ni cabeza —se rio Tim.
             —Eh,  que  llevo  un  montón  de  rato  haciendo  pesas.  Es  que  me  reservo  para  los
          partidos.

             —Excusas —lo molesté.


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