Page 145 - ¿Y si quedamos como amigos?
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          Caminé un poco para tranquilizarme, aunque el frío ya me estaba causando ese efecto.

             Por lo general, no suelo forzarme tanto a principios del invierno, pero necesitaba
          poner distancia con lo sucedido el día anterior.
             Había  echado  a  andar  hacia  los  columpios  cuando  divisé  a  alguien  haciendo

          estiramientos en la zona de las mesas de picnic. Me detuve en seco cuando reconocí a
          Macallan. Había apoyado la pierna derecha en la mesa y se inclinaba sobre sí misma
          para estirar los tendones.
             Fui presa de la confusión. ¿Debía acercarme a ella o marcharme antes de que me
          viera?

             Decidí aproximarme. Ya iba siendo hora de que me comportara como el tipo rudo
          que había fingido ser a lo largo de la semana pasada. O, para ser más exactos, de los
          meses pasados.

             —Eh —la saludé.
             Ella se dio media vuelta, sobresaltada.
             —Ah, hola.
             Se quedó quieta un momento antes de seguir estirando.
             —¿Empiezas ahora?

             —No, terminé.
             Yo ya lo sabía.  Conocía sus costumbres.  Le gustaba correr a solas.  La ayudaba a
          despejar la mente. No necesitaba el aplauso de un equipo o de toda una multitud para

          hacer lo que le gustaba.
             Titubeé.  Quería arreglar las cosas entre nosotros, pero no estaba seguro de a qué
          precio. Así que empecé por hacer lo que debería haber hecho meses atrás: disculparme.
             —Mira, Macallan…
             Me interrumpió.

             —No quiero hablar de eso.
             —Es un pendejo —le aseguré.
             Esbozó una sonrisa irónica.

             —Es tu mejor amigo.
             Quise  decirle:  “No,  tú  eres  mi  mejor  amiga”.  Sin  embargo,  yo  no  me  había
          comportado como un amigo últimamente, y mucho menos como su mejor amigo.
             Abrí la boca con la intención de decir algo que disipara la tensión que flotaba entre
          nosotros. Sólo me salió:

             —Nos vemos en Acción de Gracias.
             “¿Nos  vemos  en  acción  de  gracias?”  Debería  haberle  pedido  que  me  diera  un
          puñetazo allí mismo. A lo mejor así me inculcaba algo de sentido común.

             —Sí —empezó a alejarse.
             —Eh, Macallan —la llamé—. ¿Aún te apetece que vayamos?


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