Page 144 - ¿Y si quedamos como amigos?
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CAPÍTULO CATORCE
Tenía que ordenar mis ideas. Así que hice lo único que siempre me ayuda a sentirme
mejor.
Correr.
Como la temporada de futbol había terminado, no tenía que preocuparme por correr
demasiado o por quemar calorías de más. No tenía que pensar en ganar peso. Ni en
nada.
Me bastaba con correr.
Reconozco que atrapar el balón y oír los aplausos fue alucinante. Entiendo que la
gente se clave en momentos así. Que quieras revivir una y otra vez esa fracción de
segundo en la que te sientes invencible.
Mi papá tiene un amigo de la época de la secu que siempre lo obliga a narrar la
historia de cierto partido de beisbol. Cada vez que ese tipo viene a casa, la cuenta. Y
los demás nos quedamos allí escuchando, como si no la hubiéramos oído ya un millón
de veces. Antes me parecía patético que alguien volviera la vista una y otra vez hacia
un único partido, hacia una jugada, y la considerara el momento más importante de su
vida.
Ahora lo entiendo.
Yo era el machote. El héroe. El jugador más valioso del equipo. Lo único que tuve
que hacer fue atrapar un balón. Un balón que Jacob me había lanzado con la máxima
precisión. ¿Recibió él los elogios que merecía? No tantos como yo.
Allí estaba yo, en pleno apogeo de mi ego, cuando Macallan tuvo que venir a
arruinarme la fiesta.
¿Y qué hizo el machote, el héroe, el jugador más valioso del equipo? Se quedó allí,
aterrorizado, sin mover un dedo.
No hizo nada de nada.
Me tocó relatar lo sucedido no sólo a la directora sino también al padre de Macallan.
Parecía preocupadísimo cuando llegó al colegio. Luego tuvo que escuchar lo valiente
que había sido su hija.
Mientras yo estaba allí sin intervenir.
Me tocó repetir las horribles palabras que Keith había pronunciado.
Mientras yo lo escuchaba todo de brazos cruzados.
Jamás en la vida me he sentido tan fracasado.
Antes de pensar siquiera a dónde me dirigía, acabé en el parque Riverside. Había
corrido tan deprisa que veía salir mi propio aliento en forma de breves vaharadas.
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