Page 73 - ¿Y si quedamos como amigos?
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             De  repente,  se  instaló  entre  nosotros  una  tensión  que  no  habíamos  vuelto  a
          experimentar desde que nos conocimos. Ninguno de los dos sabía qué hacer. En aquel
          instante, maldije el día que empecé a salir con Emily. Sobre todo si eso iba a costarme
          mi relación más importante.

             —Tú  no  tienes  la  culpa  —dije,  y  noté  que  su  postura  perdía  algo  de  rigidez—.
          Seguimos siendo amigos, ¿no?
             Casi me dio coraje lo desesperado que estaba por oírla decir que sí, aunque en el
          fondo yo ya había tirado la toalla. Sin Macallan, estaba perdido. Ambos lo sabíamos.

          Estoy seguro de que todo el mundo lo sabía.
             Me miró extrañada.
             —Claro.
             —¿No vas a tener que escoger?

             Me sentía como un niño pequeño que, plantado ante su puerta, le suplicaba que lo
          cargara.
             —Ya lo hice.
             Se apartó a un lado para dejarme entrar.


          Al principio, me sentí un poco culpable por haber sido la causa de su ruptura. Macallan
          no  dijo  gran  cosa  al  respecto.  Más  bien  lo  dio  por  hecho:  Emily  y  ella  ya  no  eran
          amigas.
             Quería tener algún gesto con ella para demostrarle lo mucho que agradecía todo lo

          que había hecho por mí. Por desgracia, como no tenía medios para construirle la cocina
          de  sus  sueños,  estaba  pasmado.  Fue  mi  mamá  quien  tuvo  la  genial  idea  de  que
          celebráramos una fiesta de graduación con la familia de Macallan.
             Y Macallan tenía prohibido cocinar nada. La iban a mimar todo el día, de principio a

          fin.
             La mañana de la ceremonia, mi mamá la llevó a que le hicieran el manicure y la
          pedicura. Me preguntaron si quería acompañarlas, pero rechacé la invitación; tenía que
          preservar mi maltrecha imagen de tipo rudo. La ceremonia fue soporífera. Tuvimos que

          subir al escenario a recoger el diploma, aunque no habíamos acabado los estudios. En
          otoño, todos volveríamos a vernos en una escuela distinta. Con más gente. Gracias a
          Dios.
             Cuando la ceremonia concluyó, nos dirigimos a mi casa: Macallan, su padre y su tío

          por un lado y yo con mis padres y mi familia de Chicago por otro. Mi mamá se había
          pasado toda la semana preparando cosas, consciente de que Macallan había eclipsado
          por completo sus habilidades culinarias.
             Nos reunimos en la sala para botanear (Macallan no paraba de decirle a mi mamá lo

          delicioso que estaba todo). Poco después, mi amiga y yo nos escabullíamos al jardín


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