Page 136 - El libro de San Cipriano : libro completo de verdadera magia, o sea, tesoro del hechicero
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la persona que lo sufre se ve impulsada de modo irresistible a caer
en el mismo, atraída por una fascinación sorprendente que hace
perder todos los sentidos, y hasta el instinto de la propia conser-
vación.
Es conveniente huir siempre de todos los precipios y simas
profundas; de subir a montañas que sean poco accesibles; de fijar
demasiado la vista sobre las aguas de los ríos y de mirar al fondo,
desde cualquier punto elevado en que uno se halle.
No es fácil poder explicar la sensación especial que siente la
persona, si por cualquiera de las causas indicadas llega a sentirse
fascinada. El abismo atrae, de tal modo, que no hay poder hu-
mano que la libre de caer en él.
La fascinación se produce en nosotros por la influencia de es-
píritus dañinos sobre nuestro cerebro, que en un momento parali-
zan nuestros músculos, nos hacen perder la cabeza y la vista, y
nos impulsan a caer en el vacio.
El individuo que se halle en esta situación, debe, en primer lu-
gar, retirar la vista, inmediatamente, del punto que contempla, ce-
rrando un momento los ojos, para abrirlos en seguida, mirando
únicamente, a los objetos que tenga a su lado. Hecho esto, deberá
elevar su imaginación al Ser Supremo y a los espíritus de Luz, di-
ciendo a la vez: "Angeles celestiales, venid a salvadme de este
peligro". Si logra hacer lo dicho, al momento recibirá la inspira-
ción divina, para retirarse del abismo con pie seguro.
Las cimas, precipicios y ríos con lugares muy concurridos por
los malos espíritus, que obrando sobre nuestra imaginación, nos
hacen víctimas de sus acechanzas.
También suele posesionarse de algunos animales inmundos,
particularmente de las culebras, serpientes, etc., dotándolos de
cualidades fascinadoras tan sorprendentes que no es raro ver cuan
fácilmente atraen hacia sí con la mirada a muchos animales, y en
particular a los pobres pajaritos, haciéndoles victimas de su vo-
racidad.
No terminaremos este capítulo sin indicar que otro de los
efectos que la fascinación produce es el suicidio. La persona aco-
metida de este vértigo no halla tampoco medio de substraerse a él.
Su imaginación está preocupada constantemente con esta idea,
haciéndose preciso, si quiere salvarse, substraerse a las influen-
cias maléficas, lo logrará recurriendo a los espíritus celestiales en
demanda de protección y ayuda.
Aunque parezca extraño, no es raro hallar individuos que te-
niendo fija en su imaginación la idea de matarse, resisten sin em-
bargo meses y años sin ponerla en práctica. La razón de este fe-
nómeno, es debida a que, si bien los espíritus del mal le sugieren
continuamente ideas perversas ocultando su inteligencia para que
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