Page 135 - El libro de San Cipriano : libro completo de verdadera magia, o sea, tesoro del hechicero
P. 135
todas direcciones. El forastero tendió una mano hacia el firma-
mento y al momento cesó todo.
Poco después surgió de nuevo el bosque, según se hallaba
anteriormente y se presentó un bello joven por los aires que,
acercándose a la ventana, dijo con voz humilde:
— ¿Qué órdenes me dais señor? ¿Qué debo hacer?
No podía Cipriano volver de su asombro. Comprendió que
el desconocido personaje poseía un poder sin límites. Se sentía
subyugado y deseaba conocer el modo de producir tales maravillas.
Lucifer que él era en forma humana, leyendo los pensamien-
tos que en la cabeza de Cipriano se agolpaban, le dijo así:
'—Tú puedes hacer todo lo que has visto, pero para ésto es
preciso que adquieras los conocimientos necesarios. Si tienes fe
y voluntad, yo te serviré de preceptor. Te entregaré un libro que
es la ciencia de la naturaleza. El estudio de esta ciencia sólo se
adquiere con la práctica de la verdadera magia, y su dominio se
logra con paciencia y perseverancia. Sólo te exijo dos condicio-
nes, que son: la primera, que has de entregarte a mí en cuerpo
y alma, y la segunda, que durante un año no has de distraerte
del estudio y prácticas que yo te haré conocer.
Cipriano, dominado completamente, tanto por su deseo de
saber, cuanto por el ascendiente que sobre él ejercía el misterioso
desconocido, le ofreció obedecerle ciegament, con tal de que Ic
pusiera en posesión de una tan poderosa ciencia.
Durante un año a partir de aquella fecha, nadie volvió a ver
ni saber de Cipriano, pero a la terminación de este espacio de
tiempo, se presentó de nuevo, ejerciendo tales prodigios, que lla-
maron la atención del mundo entero. Entonces fue cuando se em-
pezó a denominar Cipriano el Mago. Algunos años después, ocu-
rrió el suceso relatado al principio de este tratado, y al ir a su-
frir el martirio se encontró con Celia y Justina, que como cristia-
nas, fueron sentenciadas también. Celia le abrazó llorando y le
dijo:
—Ahora puedo otorgarte mi amor como hermano mío en Je-
sús. He aquí cumplida mi profecía amado Cipriano, de que logra-
rías mi cariño en tu hora postrera. No podía ser de otro modo,
puesto que como cristiana y esposa de Jesús, ya no me pertenecía.
Pronto nos veremos en el cielo.
Dicho esto se separaron para sufrir el martirio, que los hz»-
bía luego de juntar para siempre en la eterna mansión de !o«
bienaventurados.
CAPITULO V
VÉRTIGO Y FASCINACIÓN
El vértigo puede considerarse como un mal inevitable cuand»
— 133 —