Page 134 - El libro de San Cipriano : libro completo de verdadera magia, o sea, tesoro del hechicero
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desde este momento. Mas solicitas mi ayuda y he de intentar com-
        placerte, procurando que Lelio y Flavio desistan de su empeño.
        Idos tranquila y dejadme solo con mis tristezas y mis fatigas.
            No bien hubo salido Celia, cuando se presentó ante Cipria-
        no un forastero, diciendo que extraviado en su camino, venía a
        pedirle hospitahdad, por aquella noche.
            Mas os veo triste —añadió— y    si puedo merecer, aunque
        soy extraño, vuestra confianza, me propongo remediar vuestras
        penas.
             —Eso no es posible '—contestó Cipriano — , mis penas no tie-
        nen ya remedio en este mundo.
             —Pues yo os aseguro lo contrario, y si queréis ver que es cier-
        to lo que digo, os prometo hacer maravillas de tal naturaleza, que
        habrán de convenceros de que poseo un poder desconocido para vos.
             '—En ese caso, haced que al momento se presente aquí la per-
        sona a quien amo, y me demuestre su cariño de un modo vehe-
        mente y franco.
             No bien acabó de formular su petición, cuando se presentó
        Celia en la habitación de Cipriano, y tendiéndole sus brazos le
        dijo:
             '—Aquí estoy, Cipriano, amado, mi cuerpo y mi alma te per-
        tenecen eternamente. No sé qué encanto se ha apoderado de mí,
        que me atrae a ti de un modo irresistible.
             Cipriano se abalanzó a tomar a Celia entre sus brazos, pero
         se halló en el vacío, desapareció en el acto la visión.
             ¿-—Qué magia o hechizo es éste que de tal grado me hace
        perder el juicio? ¿Quién sois? ¿A qué habéis venido? —dijo con
        arrebato Cipriano, interpelando al forastero.
             Este, que sonreía irónicamente viendo la confusión de ideas
         que en aquél se había operado, le contestó con gran tranquilidad:
             — ^ Fuera mejor que me preguntarais qué clase de ciencia es
         la que ejecuta tales prodigios; supongo que hallaréis fácil y hace-
         dero lo que poco ha juzgabais imposible. Más os admiraría, sin
         embargo, observar que el bosque que rodea vuestra casa, ha des-
         aparecido, y  que la mar la baña ahora por sus cuatro costados.
             Y llevándole a la ventana le hizo ver que era cierto lo que le
         había manifestado.
             Al pie de la casa, pudo contemplar Cipriano un barco que
         luchaba entre las olas, y en el cual iban unos marineros remando
         con fuerza para evitar verse estrellados contra la pared. De pron-
         to desapareció esta nueva ilusión y apareció en el aire, en forma
         celestial y completamente desnuda,  la hermosa Celia, enviando
         besos a Cipriano y llamándole a su lado. Poco después principió
         una horrorosa tormenta, lanzando piedras, rayos y centellas en
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