Page 43 - El Retorno del Rey
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El paso de la Compañía Gris
Gandalf había desaparecido, y los ecos de los cascos de Sombragris se habían
perdido en la noche. Merry volvió a reunirse con Aragorn. Apenas tenía
equipaje, pues había perdido todo en Parth Galen, y sólo llevaba las pocas cosas
útiles que recogiera entre las ruinas de Isengard. Hasufel ya estaba enjaezado.
Legolas y Gimli y el caballo de ellos esperaban cerca.
—Así que todavía quedan cuatro miembros de la Compañía —dijo Aragorn.
Seguiremos cabalgando juntos. Pero no iremos solos, como yo pensaba. El rey
está ahora decidido a partir inmediatamente. Desde que apareció la sombra
alada, sólo piensa en volver a las colinas al amparo de la noche.
—¿Y de allí, a dónde iremos luego? le preguntó Legolas.
—No lo sé aún respondió Aragorn. En cuanto al rey, partirá para la revista de
armas que ha convocado en Edoras dentro de cuatro noches. Y allí, supongo,
tendrá noticias de la guerra, y los Jinetes de Rohan descenderán a Minas Tirith.
Excepto yo, y los que quieran seguirme…
—¡Yo, para empezar! gritó Legolas.
—¡Y Gimli con él! —dijo el enano.
—Bueno —dijo Aragorn—, en cuanto a mí, todo lo que veo es oscuridad.
También yo tendré que ir a Minas Tirith, pero aún no distingo el camino. Se
aproxima una hora largamente anticipada.
—¡No me abandonéis! —dijo Merry—. Hasta ahora no he prestado mucha
utilidad, pero no quiero que me dejen de lado, como esos equipajes que uno
retira cuando todo ha concluido. No creo que los jinetes quieran ocuparse de mí
en este momento. Aunque en verdad el rey dijo que a su retorno me haría sentar
junto a él, para que le hablase de la Comarca.
—Es verdad —dijo Aragorn, y creo, Merry, que tu camino es el camino del
rey. No esperes, sin embargo, un final feliz. Pasará mucho tiempo, me temo,
antes que Théoden pueda reinar nuevamente en paz en Meduseld. Muchas
esperanzas se marchitarán en esta amarga primavera.
Pronto todos estuvieron listos para la partida: veinticuatro jinetes, con Gimli en la
grupa del caballo de Legolas y Merry delante de Aragorn. Poco después corrían
a través de la noche. No hacía mucho que habían pasado los túmulos de los Vados
del Isen, cuando un jinete se adelantó desde la retaguardia.
—Mi Señor —dijo, hablándole al rey—, hay hombres a caballo detrás de
nosotros. Me pareció oírlos cuando cruzábamos los vados. Ahora estamos
seguros. Vienen a galope tendido y están por alcanzarnos.
Sin pérdida de tiempo, Théoden ordenó un alto. Los jinetes dieron media